Mi hermano Carlos me cuenta sobre algunos métodos narcos para borrar a la gente en las ciudades del norte, de donde es oriundo: los disuelven en ácido, los ahogan en cemento fresco. Una vez vio pasar frente a su casa la camioneta de un funcionario local, perseguida por otros automóviles desde los cuales asomaban, entre otras armas, bazucas y lanza granadas. Los malandras exterminaron a todo el séquito de guardiaespaldas (tres jeeps con sus ocupantes) pero finalmente el funcionario se salvó. Los vecinos comentaban que el objetivo había sido amedrentar al hombre, ya que de otro modo no lo habrían dejado escapar. Carlos piensa que una mejor manera de asustarlo habría sido secuestrar a sus hijos e írselos mandando por pedazos: un dedo hoy, otro mañana, y así. Yo opino que eso no sería una amenaza, se supone que el susto alerta de las consecuencias.
Retrocedamos a la época escolar. Dos o tres de los compañeros de colegio de un amigo en común eran narco juniors. Un día los detuvieron al encontrarles una mujer en el maletero, a la que tenían intenciones de quemar viva.
- De buena se salvó la mujer, entonces.
- Esa vez sí, quizás no lo logró más adelante.
Los cuates deben estar por salir de la cárcel, les dieron diez años más o menos.
Todos saben quiénes son narcos en las ciudades de narcos, pero no los denuncian por razones obvias y porque no suelen meterse con los civiles. Antes bien, son benefactores, hacen donaciones a escuelas e iniciativas de la comunidad. Cuando matan a alguien por equivocación, le dan una pensión a la familia de por vida. Pero no suelen equivocarse, “son muy eficaces” cuenta mi amigo. Y su preocupación aparte de traficar estupefacientes y sobornar funcionarios es matarse entre ellos.
1 comentario:
y los narcos del sur? pasan piola a?
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