Por Sergio Paz
Desde hace unos meses, un grupo de música la está rompiendo. Se trata de Los Muebles, una banda - pesada, difícil de mover y de transportar- que pide por internet a sus fans que rayen en sus traseros el nombre del grupo, luego se fotografíen y manden las instantáneas a una dirección blogspot. Y el resultado, claro, es sorprendente. Decenas de culos, aunque también tersas pechugas, ya están ahí; prueba ineludible del amor-fervor que produce esta extraña banda liderada por Julio Carrasco, el mismo artista que ha creado insólitos proyectos como Casagrande (una revista gigante que aparece, de tanto en tanto, en las paletas publicitarias del Metro), amén de los ácidos bombardeos de poesía en varias ciudades europeas.
El último concierto de Los Muebles se realizó hace sólo una semana en Bellavista. Cuando la tóxica bruma que agobia a Santiago apenas permitía admirarse la punta de la nariz, un camión de mudanzas dejó a Los Muebles perfectamente arrimados sobre el pequeño escenario del Clandestino; un pub-bar-discotheque, frecuentado normalmente por la flora y fauna más indie de la spielbergniana escena local.
El recital tenía un especial significado para Los Muebles. Aunque ellos no suelen hacerlo, se trataba de un concierto benéfico en favor de Rodrigo Salinas, el único responsable de la hilarante tira cómica que está aquí abajo. Me refiero a Canal 76, la adictiva franja que ya está para libro. Y qué libro. La cosa es que Salinas pronto inaugurará en la sala Gabriela Mistral la primera exposición individual con lo mejor de su obra y, por lo mismo, Los Muebles se cuadraron con Rodrigo y, de no mediar alguna incómoda malversación, todos los fondos recaudados se transformarán en folletitos, vino navegado, papel couché, cartulinas, lápices, U-HU y cuadritos para las obras.
Así las cosas, era de esperar que los primeros reefs (que cursi palabra) estuvieran a cargo del mismísimo Winnis en reemplazo de Cristóbal Bianchi. ¿Quién es Winnis? Pues un héroe-antihéroe creado por el propio Salinas para un personalísimo proyecto junto a La Nueva Gráfica Chilena. Winnis es un ratón humano - con capa y todo- cuyo único súper poder es su extraordinaria voluntad. Por lo mismo Winnis sólo avanza hacia delante, cosa que quedó más que clara en la abertura del show. No voy a mentir. El público, la banda, todos estaban fuera de sí. Tanto que, apenas empezado el concierto, una dulce y preciosa groopie cayó en éxtasis y entonces mostró su trasero, rayado con plumón, que decía: LOS MUEBLES. Y, claro, gritó muy fuerte ¡Grande Los Muebles!
De ahí para adelante todo fue descontrol. Al mejor estilo Los Muebles: Jorge, el bajista, jamás tocó el bajo. Waissbluth, el baterista, no llegó a la cita porque estaba filmando en Barcelona. Y los que sí estaban, Barcaza y Malayo, hacían lo posible para seguir a Winnis (Bianchi).
En síntesis, lo que pasó aquella noche fue una insólita conjunción. Ya lo dije: por un lado Salinas, un artista visual, por otra el parco, cínico, fresco e irónico nuevo aire de Los Muebles; una banda que sin ser banda ha logrado lo que muchos otros grupos, supuestamente profesionales, se morirían por lograr: fervor, fanatismo.
Tanto que hoy son más y más los que se animan a rayarse el trasero con el nombre del grupo; cosa que, hasta donde entiendo, antes de ellos nadie había imaginado.
Es cierto: Los Muebles no venden discos, no tienen clips en MTV, no suenan en los malls ni en las radios, pero ¿quién se rayaría el trasero con Lucybell, Los Tres o Los Jaivas? Mejor ni contestar. Los Muebles no se movieron y lo lograron. ¿La clave? El humor, el sinsentido, la grandeza de la pequeñez.
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