sábado, agosto 06, 2005
Marcela en Malasya
Por lo mismo no sé cuánto conozco de su historia. Por ejemplo: dejó un montón de novios en Paraguay. No, era broma (me dice), no dejó novios. Siempre fue una mujer salvaje. No, era broma, era una mujer normal. Su sentido del humor no ayuda mucho pero la hace simpática. es una persona sencilla y no se hace problemas con nada. O casi.
Estuvo considerando la posibilidad de trabajar como puta hasta que acudió a un aviso en el diario. No tenía ninguna motivación especial salvo el aburrimiento. "Era muy sola", dice, nunca tuvo muchos amigos.
Su primer servicio fue en Chile hace 5 meses para un amigo de la dueña de la agencia que la contrató. Pagaba menos de la mitad que un cliente normal y era fome. Marcela inventaba cualquier pretexto para no atenderlo, pero él se quejaba con la dueña y esta la obligaba.
Luego se enamoró de un cliente. Apenas lo vio se dijo: "este es". Él volvió regularmente hasta que en su 6ª visita exigió trato preferencial. Mientras conversamos en el café Normandie, recibe 3 llamadas suyas al celular. Marcela usa con él y conmigo el mismo vocabulario: "sí, no, claro, puede ser".
Mientras afirma haber tenido una vida común y corriente, mira nerviosamente a todos lados. Le digo que sé leer la mano y me ofece las dos sonriendo. Era broma, le digo. Le pregunto qué le falta para ser feliz.
Respuesta: tener más seguridad en su novio. Es muy celosa y teme que su trabajo haga que la tomen con menos seriedad como pareja. Por ahora no hay problemas, él la saca a pasear constantemente, han ido a la playa, al norte y en dos días más parten al sur.
Antes de despedirnos le explico que cuando fijemos el horario de su sesión fotográfica no puede dejarnos plantados al fotógrafo y a mí.
- ¿y por qué no? (pregunta con cara de curiosidad)
lunes, agosto 01, 2005
Fabricia en Malasya
Fabricia había ido a contarle sus penas a un amigo gay que tenía una agencia de acompañantes. Estaba muy complicada. Primero había renunciado a su trabajo de radióloga, donde se consumía 20 hrs diarias para mantener a su pequeña hija; después había hecho naufragar sus ahorros como empresaria en una importadora de manufacturas (le fue muy bien pero se equivocó en una compra y quebró). Por último, repitiendo el esquema clásico de los desesperados, quiso jugarse el todo por el todo e invirtió sus ahorros (unos 500 mil pesos chilenos) en el interior del país. Perdió de nuevo. Y eso le contaba a su amigo cuando entró alguien diciendo:
- necesitamos una chica para un español que acaba de llegar
- ella lo va a atender (respondió su amigo gay señalándola)
No le estaba pidiendo trabajo, me dice que le daba asco siquiera considerarlo: proviene de una familia tradicional y conservadora. Pero lo consideró:
- ¿Cuánto me van a pagar?
Unos 30 mil pesos chilenos. El español no era feo, “se fue cortado enseguida”. Fabricia se dijo: ¿esto es? Le encantó. Trabajó un rato en la agencia de su amigo, después en un cabaret. Una noche vio entrar al local a unos melenudos vestidos de negro: eran sus ex compañeros de colegio. Cruzaron dos palabras pero no la reconocieron, por suerte.
Hace dos años planeó salir de Argentina con una amiga que quería olvidar a su ex novio. Fueron contratadas por un coreano junto a un grupo de mujeres para trabajar en una disco de Patronato. Una vez en Chile, pasaban la mayor parte del tiempo encerradas en la disco, salían poco porque al dueño no le gustaba.
Pero uno de los coreanos le dijo un día: Fabricia, estás en un mal barrio. La llevó a pasear al Parque Arauco y le mostró otra ciudad. Y Fabricia se fue. Trabajó en una agencia de acompañantes del barrio alto. Ahora es independiente, paga un departamento de 300 o 400 mil pesos en Vitacura y tiene un novio chileno que se pone celoso de uno de sus clientes.
La parte más oscura de su vida es la que media entre su trabajo de radióloga y su primer servicio como acompañante. Le expuse mi teoría de que la realidad exterior es un invento del interior. Hasta aquí no parecía estar en desacuerdo. Le digo que cuando estamos mal debemos trabajar hacia adentro para hacer cambiar lo de afuera. Su opinión es otra en esta parte.
Cuando se está mal hasta los mejores amigos te abandonan, y es porque la depresión te impide pensar. Yo no podría matarme porque tengo una hija. Lo anterior me hace pensar que lo tuvo en cuenta durante su época mala.
Tiene estudios de lingüística, conoce a los novelistas latinoamericanos. Un día los de www.sexo.cl le preguntaron si le gustaría trabajar en un proyecto de fotografía. La idea no le desagradó. Y ahora está en Malasya.
Fabricia en dos frases:
- El cigarro y la cama son los dos mejores inventos.
- Se fue a Brasil, ojalá no vuelva (respecto al padre de su hija)