Fue interesante comparar el lenguaje usado por liceanos y universitarios durante una manifestación la semana pasada. Un dirigente escolar dijo que la ley general de educación era asquerosa, mientras que su homólogo universitario reprodujo algunos lugares comunes sin importancia.
Me caen mal los dirigentes universitarios, por lateros, arrogantes y ambiciosos. Los secundarios todavía tienen algo de ingenuidad que los hace queribles, a pesar de que la mayor parte del tiempo dicen y hacen disparates. Como periodista, en 2006 me tocó cubrir las movilizaciones de estos últimos y pude conversar con varios de sus líderes. Me encantaban, aunque advertía algunos de los elementos que más tarde los convertirían en universitarios, como la construcción de una retórica posera, basada en un número reducido de tecnicismos (“asamblea”, “zonales”, “bases”, “vocerías”).
Recuerdo que por aquellos días recibía cadenas de mails cargados de una ingenuidad que ya se la querrían los guionistas de la película Iron Man (que es buenísima, en todo caso). Uno de ellos me provocó un ataque de risa que me hizo derramar mi mate sobre el teclado del computador. No recuerdo qué decía, pero terminaba dándoles las gracias a los dirigentes pingüinos por “devolvernos la esperanza”.
La gran masa de escolares sólo tuvo una idea vaga de las razones que estaban detrás de las tomas; sencillamente se unió a éstas para pasarlo bien. A ellos les importaba mucho más el valor del pasaje escolar que la derogación de la LOCE. Las mismas razones eran tan difusas que se mezclaron después con el Transantiago y otras hierbas. Clamaban por el precio de la PSU, pero mostraron poquísimo interés por postular a las becas ofrecidas por el gobierno ese mismo año. Mientras tanto el Colegio de Profesores, que ha puesto todo tipo de trabas a la evaluación docente, aplaudía sus peticiones de mayor calidad en la educación.
La primera revuelta del siglo veintiuno, el histórico movimiento social equis, la revolución no sé cuánto y otros nombres rimbombantes les han puesto a los episodios de 2006 algunos sesudos llenos de esperanza. Les advierto a esos desinformados que es a los planes del Mineduc a lo que tienen que agradecer, por haber incorporado la enseñanza de los valores democráticos y estimulado la participación estudiantil a través de los consejos escolares. Las autoridades les dieron todas las facilidades para que se organizaran e incluso les prestaron infraestructura.
Una movilización constituye una manera dinámica de extender las redes personales de los jóvenes y, por lo tanto, es saludable para su desarrollo y hasta para sus futuras perspectivas laborales. A mí me parece bien que tengamos adolescentes inquietos, pero mi esperanza no depende de que tiren más o menos piedras.
En cuanto a sus líderes, en veinte años más van a estar en el Congreso y en los ministerios. Es lo que pasa siempre. Con los años he aprendido que el pensamiento, como el aire acondicionado, tiene el poder de enfriar los acontecimientos y descubrir el peso relativo que tienen en el conjunto de estímulos de la vida diaria. Soy un escéptico: creo que fui rozado por una pluma del ala del arcángel de la indiferencia.