sábado, julio 12, 2008

681. kaspar

Vayan a ver esto por favor, funciones del 9 al 12 y del 17 al 20 a las 21:00 hrs; es necesario reservar antes en el 7323000. Yo quise ir miércoles y estaba agotado y fui jueves.
Es en Teatro La Memoria, bellavista 0503. No alcanzo a explicar por qué, ahora, pero es tremenda la obra.

"Kaspar" de Peter Handke
Puesta en Escena: Rodrigo Pérez
Diseño integral: Taira Court
Carlos Aedo, Juan Pablo Fuentes, Nona Fernández, Ingrid Isensee, Paola Lattus, Juan Pablo Miranda, Santiago Meneghello, Gerardo Oittenger, Sebastian Pinto, Carla Romero, Daniela Ropert, María Constanza Ramírez, Andrea Silva, Macarena Saquel, Carlos Tampe
Adhesión $2000
www.teatrolamemoria.cl

miércoles, julio 09, 2008

680. Sobre la conveniencia o no de apedrear camionetas del clan Pinochet en 1990

Corría el año 1990, el primero de la "transición a la democracia", y Aylwin hacía lo que mejor sabía hacer: reir. La cara de estúpido que ponía era tan convincente que no daba margen para pensar que se tratara de una estratagema para mantener tranquilos a los uniformados.

En septiembre yo estaba de visita en Chile (viví en Cuba hasta 1992), y aprovechando que una prima pololeaba con el entonces vicepresidente de la FECH, participé en cuanta manifestación estudiantil hubiera. Incluso me colé en algunas reuniones políticas importantes, escuchando boquiabierto el discurso pragmático con que los universitarios de entonces negociaban sus demandas. Tardé en darme cuenta de que se trataba de una jerga vacía. Lo que más me gustaba eran las manifestaciones, siempre estaba listo para tirar piedras y enfrentar al guanaco. De hecho salí en varias páginas de la prensa, tal cual los energúmenos de Macul con Grecia pero con el rostro descubierto.

En una de las pausas, sentado junto a un grupo de cinco personas en el pasto del Pedagógico, escuché comentar un incidente en el que algunos “desubicados” (era el parecer de dos de los presentes) habían apedreado la camioneta de una hija de Pinochet.

-Hicieron lo correcto (dije yo, venciendo mi timidez y con unas ganas tremendas de tener la camioneta a tiro de piedra).

El que llevaba el argumento contrario dijo sonriendo a su vecino:

-Ah, este loco piensa lo mismo.

Los dos que estaban a mi derecha hicieron un comentario despectivo sobre sus aspiraciones políticas. Por la forma en que lo dijeron pensé que había algo de envidia. Pero sea cual fuere su motivación, estaban en lo cierto.

Acabo de recordarlo porque el flaco defensor de los automóviles del clan Pinochet (“Ah, este loco piensa lo mismo”) es hoy el subsecretario de cultura, Arturo Barrios.

He cambiado de parecer en muchas cosas pero sigo pensando que estuvo bien apedrear la camioneta, puesto que no había otra manera de hacer justicia en Chile.

domingo, julio 06, 2008

678. brujos en la noche

Está a punto de cumplirse un nuevo aniversario del nacimiento de Neruda, pero la efeméride –como es lógico– ya no calienta a nadie. La única vez que se tiró la casa por la ventana fue, como se recordará, el 12 de julio del 2004, para el centenario del poeta. No estoy pidiendo una nueva celebración, pues en esa ocasión todos quedamos hasta las masas con el asunto. Traigo ahora el tema a colación porque entonces, mientras las autoridades asistían a una cena en La Moneda en honor al festejado, Neruda estuvo –claro que de una forma extravagante– en el Teatro Camino.

En Chile poca gente lo sabe, a pesar de que fue la “noticia divertida” del New York Times: en ese recinto, los hombres y mujeres de la revista Casagrande invocaron al poeta a través de una médium, a las 00.00 horas del 12 de julio de 2004. Neruda no dijo ni pío, pero nadie esperaba que lo hiciera. Volodia Teitelboim había advertido que el poeta no era afecto a este tipo de cosas. Por otro lado, es mejor que no haya hablado, porque ya se había originado una pequeña polémica sobre los derechos de autor de las eventuales palabras que pudiera pronunciar.

No puedo dejar de informar que la médium aseveró esa noche que este columnista era la persona más cercana a Neruda. Si es cierto o no, habrá que discutirlo en el más allá; a mí me parece, en todo caso, que la mujer era una profesional bastante seria.

Algún tiempo después unos amigos quisieron replicar la experiencia en Nueva York, pero la locación elegida puso de mal genio a la Iglesia Católica, que presionó para abortar el proyecto. Pretendían hacerlo en una catedral.

Los cruces entre literatura y eventos paranormales no son nuevos. De entre todos los autores que se han relacionado con el tema, me interesa Fernando Pessoa, que nunca ocultó su interés por el ocultismo y entabló una breve amistad con el nigromante (que rima con “farsante”) Aleister Crowley. Uno de sus biógrafos ha insinuado que el poeta portugués hizo descender una niebla para retrasar la llegada del famoso brujo a Lisboa. Dicen que, al encontrarse, Crowley se lo reprochó cariñosamente.

Una vez, en Santiago, un grupo de poetas quiso (quisimos) recrear un improbable duelo de magia entre estos dos personajes, usando como escenario una casona abandonada del barrio Yungay en la que tiempo atrás funcionó un manicomio. Fue rara esa noche, quedamos algo poseídos.

Créanlo o no, yo también he estado experimentando la paranormalidad. Últimamente veo, o más bien siento, las cosas que me atañen antes de que sucedan. También adivino el curso de las conversaciones y noto cómo las pequeñas banalidades del día a día encajan unas con otras, aunque no sé con qué propósito. Me pasa sobre todo si estoy saludable y tranquilo. Es muy agradable, me hace sentir una cierta comunión entre personas, lugares y acontecimientos. Desgraciadamente, no lo puedo manejar a voluntad. Si pudiera, ya habría cambiado los e-mails y el celular por la telepatía, que es, al parecer, una modalidad de comunicación harto más práctica y eficiente.