sábado, septiembre 02, 2006

267. Era la novia de uno de los tipos más malos del barrio

Era la novia de uno de los tipos más malos del barrio. Estuvo conmigo el tiempo exacto en que él permaneció tras las rejas.

A mí me llegaban rumores ocasionales de que en tal o cual circunstancia, alguien recién salido de la cárcel le había oído decir que me iba a hacer una autopsia en vida. Era jefe de los reclusos de su recinto penal, vivía tan bien allá adentro que hasta engordó. Pero yo era un adolescente impetuoso, estaba ciego y no entendía razones; el placer que obtenía aumentaba con el peligro.

Un mes después de que yo la dejara por otra, él quedó libre. Volvieron. Sin embargo no sé en qué descansos (y no me interesa saber tampoco) ella pasaba a veces a golpearme la ventana tipo 1:AM. Se quedaba un par de horas y se iba.

Me lo topé varias veces, fueron momentos desagradables. Él andaba con los malos, yo andaba con los trashers. Se cruzaban miradas de un bando a otro, yo actuaba como si no pasara nada.

En enero de 1998 compré un pasaje a Cuba con parte del premio que recibí en diciembre 97 (juegos florales de vicuña). Un amigo me prestó su depto, que por una horripilante casualidad quedaba justo debajo de la casa de este sujeto. Pensé que el destino había escogido por mí y que tenía que aceptarlo; afortunadamente cuando llegué estaba preso de nuevo, esta vez cumpliendo una condena de nueve años. De todas maneras me quedé en la casa de un amigo, el depto estaba inocupable.

Todo esto pareciera darle crédito a Schopenhauer cuando dice que el amor busca lo mejor para la especie, en desmedro de los intereses del individuo. Puse en riesgo mi existencia individual en pro de la especie, y así hace tanta gente.

jueves, agosto 31, 2006

266. cubana diabólica

Estas son las restricciones que me impuso una sucubus:
  • Me obligó a dejar de saludar a mis amigos por considerarlos inapropiados para nuestra relación
  • El alcohol también caía en la categoría anterior (lo consideraba un amigo más)
  • Me humillaba en público haciéndose cargo de mis decisiones
  • Me tuve que cortar el pelo (yo era trasher por aquellos años y me parecía a James Hetfield, el cantante de Metallica)
  • También tuve que dejar de usar mis jeans con agujeros en las rodillas
  • Tenía que estar todas las tardes en su casa, aseado y con buen aspecto
  • Si no actuaba según sus normas, me privaba de su sexo; y más encima si pasaba una semana sin que nos acostáramos debido a un eventual castigo al que me estaba sometiendo, me tildaba de poco hombre (¡!)
Como consecuencia estuve a punto de echarme el año en la universidad, me quedé sin amigos, dejé de escribir los poemas adolescentes y las canciones metaleras que escribía entonces. No sé cómo pude soportar tanto.

Pero debo decir en su defensa que era guapísima, guapísima. Tanto que paralizó una clase de ingeniería una vez que pasó a buscarme a la universidad. Y si ponemos en la balanza las humillaciones que me hizo sufrir VS el placer que me proporcionó, creo que el saldo es positivo.

No fue ni remotamente eso que solemos llamar “la mujer de mi vida”, no, pero a esa edad era suficiente para copar el horizonte. No puedo mostrarla en Malasya porque quemé todas sus fotografías cuando la dejé por una puta. Dejarla por otra fue mi venganza, pero esa es otra historia. Y por otra parte, no era mi novia sino la de un delincuente famoso allá en el barrio, pero esa también es otra historia.

martes, agosto 29, 2006

265. Periodista / La Habana 1985

Estas fotos son de 1985, creo. Con los amigos de la cuadra nos hacíamos pasar por periodistas de un programa de TV y entrevistábamos a la gente. Les hacíamos preguntas absurdas; todos caían. Teníamos una mini cámara de cine de los años 50 para convencer. Usaba gafas para disimular mejor la risa.

lunes, agosto 28, 2006

264. micreros croatas

Quienes alegan contra los choferes de las micros amarillas no saben lo que son sus congéneres croatas. Mientras estuve en Croacia (julio-agosto 2002) trabajando junto a mis hermanos Prieto y Bianchi en el bombardeo de poemas sobre Dubrovnik, aprendí lo desagradable que puede ser subirse a una micro. Los choferes croatas además de maleducados, parecen haber cultivado su estupidez en un gimnasio.

Encontré algo de alivio en la práctica siguiente: cada vez que subía a una micro, después de pagar le decía al chofer: "micrero conchetumadre". Eso los hacía tratarme con cierta deferencia, vaya uno a saber por qué. A veces hasta me respondían asintiendo con la cabeza, como si intuyeran que estaba diciendo una gran verdad.