viernes, agosto 19, 2005

Víctima de una conspiración junguiana

Acabo de romper mi pipa accidentalmente. Ni siquiera fui yo, se rompió sola. Esto es lo que llamo una coincidencia junguiana: escribir un posteo sobre mi relación afectiva con mi pipa y perderla el mismo día.

jueves, agosto 18, 2005

20. Tres personajes de mi viaje

Cada vez que veo una pipa me dan ganas de comprarla. En Arcos de la Frontera conocí un señor que tenía 90 pipas. Me gustaría ser como él, pero por otro lado me gustaría fumar siempre de la misma pipa y ver cómo va envejeciendo conmigo.

Tarás Bulba, personaje de la novela homónima de Gogol, tenía sólo una pipa y muere por regresar a buscarla cuando era perseguido por el ejército polaco. Mientras lo izaban en un palo para quemarlo mira el paisaje y alcanza a alertar a los suyos de una emboscada. Termina gritándoles que le cuenten a sus nietos las historias del viejo Tarás Bulba. La gloria. Tarás Bulba muere feliz a diferencia de los héroes homéricos, para quienes la muerte honorable que truecan por una vida sangrienta sigue siendo un magro salario.

Qué destino tan triste el de los héroes homéricos. En La Odisea, la sombra de Aquiles se lamenta. Reina entre los muertos pero cambiaría su corona por una vida simple de campesino: ¿qué sentido tendría en cualquier caso, sabiendo que de todas maneras tendrá que morir? Han pasado 3 mil años, Odiseo también está muerto.

En Arcos también conocí a Giovanna, una profesora de literatura. En 1975 se presentó ante Borges para leerle su tesis de grado. Era un estudio que lo vinculaba a la literatura Sufí (el sufismo es una tradición mística vinculada al Islam). Borges la recibió todos los días hasta que hubo terminado. La tesis se publicó en Londres. Giovanna desapareció de mi vista como un personaje borgiano, la invité a almorzar y cuando volví la vista no estaba.

Por último conocí, esta vez en Barcelona, a un argentino que fue a tatuarse un dragón al negocio de mi hermano Marange (tiene un negocio de tatuajes y percing). Según nos contaba, en su niñez recuerda haber compartido cancha con un tal Diego, a quien llamaban el pelusa. Era un jugador descomunal, por eso no le asombró tanto verlo en la TV muchos años más tarde. En realidad sí le asombró.

domingo, agosto 14, 2005

19. Flashback. Todos éramos malos.

Mi anfitrión (mi hermano Marange, amigo de la infancia en Cuba) me propuso tomar unas cervezas viendo el futbol en la TV. Pero tenía 5 invitaciones para una fiesta tremenda en las afueras de Barcelona y eso me pareció más tentador.

Flashback

La Habana, 1991. Andando con mi hermano Marange conocí una chica en la micro. Supondremos que se llama Susana, a pesar de que sé muy bien que a ella le importaría poco figurar en Malasya con su nombre real. Quedamos de vernos esa misma noche, me junté con ella y la llevé a la casa de Marange, convencido de que a ella le gustaba. A Marange le iba mucho mejor que a mí con las mujeres, a pesar de lo que pueda pensar quien vea en lo que se ha convertido hoy, cuando pasa las noches mirando TV con una cerveza en la mano.

Nos recibió cordialmente pero nos dejó solos un rato. Susana hizo un comentario sobre mi simpatía, que Marange contestó con un “pronto lo vamos a perder” (yo estaba por volver a Chile). Susana me preguntó qué había querido decir con eso, y zas, se me ocurrió inventar la historia de que padecía leucemia y me quedaban 6 meses de vida. Hice un discurso sobre la vida y la muerte mirando la pared. Cuando estaba a punto de reirme Susana rompió en llanto. Tuve un ataque de risa.

Partimos los tres a una galería de arte que había en el barrio. Susana se había enamorado de mí, quiero decir, de mi leucemia y de mi discurso sobre la vida y la muerte. Esa misma noche la llevé a mi pieza. Era bailarina, hablaba despacito y caminaba juntando los talones, me parece estarla viendo ahora.

Pero no sentí por ella más que una pasión animal. Durante algunas semanas me iba a ver a la casa, teníamos sexo, después guardaba silencio mientras me emborrachaba con mis amigos y trataba de despedirse con un beso en la boca que yo desviaba hacia la mejilla. Qué malo era con ella.

Marange me pidió permiso para tratar de seducirla. No le di mucha importancia, sabía que no tenía oportunidad. Cuando me di cuenta de que Susana había dejado de hablarme le exigí una explicación. Me contestó (siempre en voz baja de acuerdo a su costumbre) que ya sabía la verdad. Yo no había querido engañarla con la historia de la leucemia famosa, le seguía el ritmo porque lo encontraba gracioso, pero para ella el asunto era grave.

Fui enseguida donde Marange a recriminarlo pero la excusa que me dio era demasiado chistosa como para enojarme con él: le había dado pena Susana. Viendo cómo sufría por mí le dijo para consolarla, que yo "era un hijo de puta" (textual). De todas maneras lo acusé con los amigos y eso le valió una sanción moral (un nuevo apodo).

Me fui a Chile en enero de 1992; volví 8 meses más tarde. Me reconcilié con Susana y tuvimos un nuevo romance. Una noche me preguntó si podía traer a una amiga para tener sexo los tres. Dije que sí. Pasaron los días, había olvidado casi completamente la conversación cuando recibí la visita de Susana con su amiga, que era una gorda horrorosa con cara de hombre. Durante el lapso de silencio en que nos miramos, hice un ranking de las cosas que nunca, jamás, por ningún motivo haría en la vida.

Usé la antiquísima excusa de que tenía que hacer algo muy importante, les pedí que me fueran a dejar a la micro y me bajé en el paradero siguiente. Lo siento Susana, hay cosas que ni siquiera yo haría.

Más adelante tuve una profusa correspondencia erótica con Susana, donde ella me contaba de sus experiencias con hombres y mujeres y yo le inventaba historias mías. Todas sus cartas me llegaban abiertas y comentadas por mis amigos (me las enviaba a través de ellos). De pronto sus escritos sexuales dieron paso a aburridas disertaciones sobre el carácter de Govinda y otras deidades hindúes. En 1998 viajé a Cuba y nos reencontramos. Estaba lejos más guapa que nunca pero no quiso nada conmigo. Se casó con un yogui, se hizo vegetariana, tuvo un hijo.

Ayer conversando en la playa, Marange volvió a jurarme que le había dicho que yo era un hijo de puta por ayudarla. Insiste hoy, 15 años después, en que actuó por piedad. Me cuesta creerle, sobre todo porque Marange era tanto o más malo que yo. Todos éramos malos, la verdad, pero era muy divertido.

Fin del flashback.

Marange parte a Andalucía, debo buscarme una casa donde pernoctar esta noche.