miércoles, diciembre 19, 2007

527. Que no rejuvenezca el carácter de las personas, al menos no hasta la edad universitaria

En el invierno recién pasado fui a echar un vistazo a un seminario de educación programado en la casa central de la Universidad de Chile, pero al acercarme y verla llena de pancartas me di cuenta de que había sido tomada por los estudiantes. Un grupo de jóvenes bloqueaba la entrada; me acerqué al que parecía tener más autoridad y le pregunté por el seminario, pensando que quizás tendría alguna información sobre si había cambiado de lugar. No me dejó terminar la pregunta y dijo visiblemente enojado: “no aquí no va a haber nada” (sin comas).

Yo pensaba que los universitarios pesados eran patrimonio de la Facultad de Artes (mi ex casa de estudios). Allí, recuerdo, se tomaban el establecimiento un número determinado de veces al año, por abulia más que por deporte. Siempre eran los mismos y representaban una minoría, hay que decirlo. La primera vez que me impidieron el paso en la puerta fue con el argumento de que no participaba en las discusiones y asambleas. Me habría encantado participar de esas reuniones más activamente, pero a diferencia de mis colegas en toma, tenía que trabajar y estudiar al mismo tiempo, entre otras cosas porque la burocracia de Frei me negó el crédito fiscal.

Aparte de la frustración momentánea, encontraba injusto que el colega que no me dejaba pasar fuera un estudiante mediocre que malgastaba su tiempo sentado en la escalera, con notas de regular a mal.

Para mí era terrible no poder entrar porque dependía de los pianos de la facultad para hacer mis tareas. Todos los días tenía que lidiar con las autoridades que por alguna razón siempre tratan de impedir el acceso a los pocos instrumentos desocupados que hay.

Entonces fui muy desgraciado en ese momento y me sentí víctima de una conspiración de la que participaban Frei, la economía, las autoridades de la facultad y ahora los estudiantes, para obstaculizar mis estudios de música. Todo esto desfiló por mi memoria mientras duraba la frase “no aquí no va a pasar nada” del joven que custodiaba la puerta de la casa central de la U de Chile en pleno invierno; y fue como reencontrarme de golpe con el saco de huevas que me impedía el acceso a mi facultad a fines de los noventas.

Afuera había unos chicos y chicas de segundo medio del Liceo Confederación Suiza que fueron mucho más amables conmigo. Sostuvimos una breve conversación sobre la lluvia que caía a cántaros y sus movilizaciones. Les pregunté qué caso tenía incluir el Transantiago y la ley penal juvenil en sus reivindicaciones, que el año pasado se atenían a aspectos meramente educativos. Da la impresión (les decía yo) que su conjunto de peticiones por ser tan difícil de satisfacer hubiera sido formulado expresamente para evitar su aprobación y poder seguir así movilizándose y tomando colegios el resto del año. Su respuesta: “lo que pasa es que estos pacos culiaos…. Etc” era la de cualquier alumno de la enseñanza media y la verdad, uno no puede dejar de simpatizar con ellos. Les aconsejé que trajeran paraguas la próxima vez para que no tuvieran que incluir reformas al sistema de salud en su petitorio a futuro por los ocasionales resfríos. Nos reímos todos.

Es una pena, muy pronto estos adolescentes se convertirán en universitarios prepotentes como los que no me dejaban entrar a mi facultad y más tarde en burócratas como los que me negaron el crédito fiscal. Revertir ese proceso ha sido motivo de preocupación para todas las áreas del quehacer humano, particularmente en Occidente, donde se ha puesto un énfasis especial en los síntomas físicos del envejecimiento.

Por ahora los eventuales efectos sociales que pudiera traer un rejuvenecimiento masivo por la popularización de una píldora rejuvenecedora no preocupan a nadie, a pesar de las barbaridades que ha hecho la genética últimamente. Mientras tanto rezo porque no rejuvenezca el carácter de las personas, al menos no hasta la edad universitaria. Y si alguno de ustedes lo consigue, por favor no bloquee el paso a quienes se sacan la mugre por estudiar una carrera poco lucrativa en Chile.

Publicado en Plagio el año pasado

domingo, diciembre 16, 2007

526. jugo en polvo


Me llegó un sobre de jugo en polvo junto con el diario el fin de semana pasado. Como hacia años que no probaba, hice una degustación. El sabor a químico era impresionante. La cámara registra el momento en que lo devolvía al lugar del que nunca debió salir. Ojalá no eche a perder las cañerías.