jueves, septiembre 13, 2007

473. lo que hacen los celos

Entre los trabajos ganadores de un concurso orientado al rescate patrimonial, realizado en 2003 por el portal educarchile, estaba un video sobre la medicina tradicional presentado por una escuelita de Chiloé. Una de las historias recogidas allí era contada por el médico de la zona. En cierta ocasión había llegado a su consultorio un vecino aquejado de un fuerte dolor de cabeza. Al revisarlo, se encontró con algo insólito: el sujeto tenía un clavo enterrado en el medio de la cabeza, justo en la unión entre los parietales y el lóbulo frontal. El médico lo miró fijamente y le hizo la pregunta que se estarán haciendo ustedes:

- ¿Cómo llegó ese clavo allí?

- Yo mismo me lo enterré

Entonces el paciente le relató cómo, tras descubrir que su mujer le estaba siendo infiel, había decidido matarse simulando un homicidio para (según una extraña lógica) hacer recaer las sospechas sobre el amante de la ingrata.

- ¿pero cómo pudo enterrarse ese clavo allí usted sin ayuda?

La respuesta es de antología:

- No si yo no soy na’ de tonto, agarré una piedra bien grande, me puse el clavo y me martillé encima.

Acto seguido el médico lo hizo tenderse en una camilla, pidió a su ayudante que lo sujetara de los hombros, y con un alicate tiró con fuerza del pedazo de fierro. Al ver el enorme clavo que salió de allí quedó más sorprendido. Todavía no cerraba la boca cuando el hombre se levantó de la camilla, tomó sus cosas y se fue, sin sentir desde entonces otra molestia en la cabeza que la de los cuernos que le había puesto su mujer.

miércoles, septiembre 12, 2007

472. Morir con el pene erecto

Mi profesor de biología de 8º básico contó una vez en mitad de una clase, que durante una visita a la morgue con su curso de la universidad vieron un cadáver masculino con el pene erecto, cosa que se explicaba por el hecho de que el deceso se habría producido durante el coito.

No lo he conversado con ningún médico, pero no creo que sea posible. Ahora de grande sus clases me parecen más graciosas.

domingo, septiembre 09, 2007

470. Una vez mi profesor de biología en 8º básico

Una vez mi profesor de biología en 8º básico (Escuela de música Guillermo Tomás, de Guanabacoa, La Habana), nos contó una anécdota para educarnos acerca de la poca importancia que tenía la apariencia física en las relaciones amorosas.

Según él, un compañero de universidad extremadamente apuesto (mi profesor era gay) había comenzado un noviazgo con una muchacha con sobrepeso. Habiendo sido objeto de burla por parte de sus amigos, les dijo muy seriamente: “no toleraré molestias sobre este punto, pues no quiero que tomen a la ligera mis sentimientos”.