jueves, septiembre 07, 2006

270. codazos en la pista de baile

Un conocido hit de la época dorada del chachachá cita en el estribillo la frase que repiten los árbitros de boxeo al comenzar una pelea: “no quiero codazos, ni tampoco cabezazos”.

Algunos bailarines, por suerte una minoría, deberían ser alertados con esa máxima antes de entrar a la pista de baile. Debería establecerse un código de conducta acorde al sentido común; defendemos nuestro metro cuadrado pero al mismo tiempo somos flexibles para dejar pasar a quienes entran o salen, los que a su vez deben comprometerse a no empujar ni tratar de desplazarnos.

No falta el exagerado que necesita media docena de metros cuadrados para desplegar la coreografía que ensayó en su casa, otros llegan tan borrachos que bailan dejándose caer sobre los demás. Pero las peores (la inmensa mayoría de las veces son mujeres) son las que te dan vuelta su piscola encima. Una incluso me arruinó una camisa con su cigarro. Vale, acepté las disculpas pero perdí una camisa.

Entonces por favor: traten de dejar el cigarro antes de entrar, y si llevan un vaso, que no esté lleno hasta el borde. El resto, sin codazos ni cabezazos.

miércoles, septiembre 06, 2006

Dj Malayo

Muevo los tornamesas del Clan (Bombero Núñez 363), hoy miércoles de 23:00 a 2:00 hrs. Lleven zapatillas.

martes, septiembre 05, 2006

268. Carmen

Conocí a Carmen en una casa que arrendaron unos amigos en la playa, donde llegué escapando de mi novia diabólica, a quien no me ataba ya nada que se parezca a la descripción que hace Spinoza del amor (“un voluptuoso cosquilleo acompañado de una representación externa").

Si Carmen capturó mi atención con la falda corta que vestía, cuando la vi en traje de baño logró alterarme el pulso. Siempre sospeché que era jinetera (prostitutas cubanas que se acuestan con turistas), pero nunca cruzamos media palabra al respecto.

Esa noche habría degenerado en una sesión de sexo colectivo si hubiera aceptado las propuestas de intercambio de parejas que me hacían los otros enfiestados. Todos querían con Carmen pero al menos esa vez tuvieron que conformarse con mirarla. Las chicas (Carmen incluida) tenían una actitud expectante, como si les diera lo mismo.

Éramos cuatro parejas, todos tiraban en el living a media luz y a ratos con la luz encendida. Huelga decir que yo estaba impresionadísimo, tenía 19 años y nunca había vivido algo así.

Llegué a mi casa dos días después con un moretón en el cuello, mi mamá había ido a poner un aviso a los pacos. Los pacos le insistían que se quedara tranquila: “su hijo está vacilando compañera”. En el barrio se cagaban de la risa. Claro que a mi novia diabólica no le hizo ninguna gracia. Gracias Carmen.