sábado, abril 19, 2008

616. cinco ventajas de tener dos o más perros en la casa

por Javier Sanfeliú
  1. No te entran a robar
  2. Hay un cariño de otra especie
  3. Vuelves a conocer el poder de una pelota de goma
  4. Entiendes que los animales son mejores que las personas, lejos
  5. Y tienen cola, asunto muy importante

viernes, abril 18, 2008

615.canciones infantiles

Hay una canción muy bonita que repetían en la programación infantil de fines de los 70 en Cuba, con una especie de video clip de animación. Recuerdo parte de la letra:

“Marinero quiero ser
Marinero como tú
Para dejar de jugar
Con mi barco de papel
Marinero quiero ser
Y enfrentarme a los tiranos
(…)
Y en cada puerto tener
Una aventura de amor
Hasta encontrar como tú
Quien me queme el corazón”

Un programa que se llamaba “Violeta y sus muñecos”, o “País de fantasía”, que también daban en Chile durante la UP, tenía buenas canciones. En un capítulo Violeta parte de viaje en un submarino y los marinos despiden al capitán en el puerto:

“buen viaje capitán, buen viaje
Buen viaje por el fondo del maaaar…”

Luego llegan a una isla llena de monos. Le preguntan a los monos qué se puede comer allí y responden:

“sólo tenemos plátano
Y nada más que plátano
Si quieres vivir, hay que comer
Plátano, plátano, plátano

Por la mañana plátano
Al mediodía plátano
Si quieres vivir, hay que comer
Plátano, plátano, plátano”

Recuerdo especialmente un capítulo en el que Violeta escapaba del cráter de un volcán a punto de hacer erupción. Creo que me impresionaba porque percibía de alguna manera que mi familia tenía que cambiarse de casa. Vivía en Vespucio/Irarrázaval, y tenía pesadillas con unos robots que subían por las escaleras para secuestrarnos. Total, mi sueño se cumplió en la otra casa. Pero tuvimos una suerte inmensa después de todo.

jueves, abril 17, 2008

614. El cigoto indomable

No sé si alguien se habrá tomado el trabajo de aclarar en la jerga de la sociología por qué las clases más acomodadas son siempre las más conservadoras. Una forma de verlo es a partir de su relación con la distribución del ingreso, habida cuenta de que, mientras más desigual es ésta, más celo pone la aristocracia en el cuidado de sus privilegios y, por lo mismo, más conservadora se vuelve.

Es una pena que la diferencia de ingreso per cápita en Chile sea tan alta como para alimentar a una de las oligarquías más conservadoras del orbe. Usando el lenguaje de los científicos que militan contra la anticoncepción de emergencia, “la evidencia demuestra” que ninguna economía puede crecer mucho con nuestros índices de inequidad.

Por fortuna, las personas más conservadoras son una minoría en Chile; por desgracia, tienen poder suficiente para ponernos cada cierto tiempo al nivel de los paraísos antediluvianos del Tercer Mundo, donde persisten prácticas abominables como la mutilación de los órganos sexuales de las mujeres o donde el adulterio femenino y la homosexualidad son castigados con la cárcel y la muerte.

Chile, por ejemplo, era el único lugar del mundo donde no se podía ver La última tentación de Cristo , un largometraje completamente inofensivo y hasta recomendable desde el punto de vista religioso. Tampoco hubo ley de divorcio hasta hace un par de años, y estuvo prohibido un hit llamado “Caramelo”, que cantaba El General y que, a comienzos de los noventa, anticipaba el reggaetón que se baila hoy hasta en los matrimonios más pitucos. Pasamos un mal rato, pero finalmente primó la cordura en los casos anteriores y lo más seguro es que suceda otro tanto con la píldora del día después.

Más que martirizarme pensando en lo que haré si sufro una rotura de condón en los meses que siguen –accidente por el que muchos chilenos hemos pasado–, me divierte mirar con cierta distancia el circo levantado en torno a la famosa píldora. Lo más extraño que he leído en la prensa de los últimos días es la campaña llevada adelante por una de esas fundaciones que se dicen hinchas de la vida, en el curso de la cual diversos colegios municipales reciben la visita de unos jóvenes que dictan clases de “educación sexual”, consistentes en explicar los peligros del levonorgestrel. Textualmente, uno de sus dirigentes, llamado Andrés Claro, asegura que la pastilla “hace que el nuevo cigoto no se implante en el útero y, por lo tanto, muera”.

Las estadísticas dicen dos cosas: primero, que la mayor cantidad de embarazos adolescentes se da entre las mujeres más pobres y, segundo, que el mayor consumo de anticonceptivos de emergencia se da entre las mujeres más ricas. Entonces, me pregunto por qué esta gente pierde su tiempo dando charlas contra la píldora en los colegios pobres, si en definitiva allí es donde menos se consume.

Por eso me gustaría decirle al mencionado joven Claro: anda a hacer charlas sobre el cigoto a los colegios del barrio alto; de acuerdo a las frías estadísticas, es mucho más probable que alguna de tus primas haya tomado la pastilla o tenga intenciones de hacerlo a que lo haga una alumna cualquiera de un colegio municipal.


lunes, abril 14, 2008

612. noche de cementerios y accidentes en Valparaíso

Después de un viaje a La Sebastiana (casa de Neruda en Valparaíso) con el taller de la Fundación Neruda de 1996, partí al anocher con mis hermanos Barcaza y gabriel silva a subir un cerro. Serían las 10 de la noche, tomamos tres caminos diferentes y los tres nos llevaron al cementerio. Yo, como era un resentido, me puse muy feliz y no voy a explicar por qué.

Fue una noche muy larga. Nos encontramos con Rafael, que era otro poeta del taller. Me fui con una amiga suya. Como a las 3 AM andaba con ella muy romántico y veo a barcaza y GS frente a lo que parecía ser un prostíbulo; uno estaba sentado en la vereda y el otro gritaba algo hacia dentro del recinto. Fingí no conocerlos; creí que no me habían visto pero al poco rato me empezaron a gritar “¡malayo, malayo, suéltala, sácale el brazo de encima!”.

“¿Los conoces?” preguntó ella. Seguimos de largo; minutos después un taxi colectivo chocó a otro automóvil. El chofer del taxi estaba inconsciente pero estimé que se estaba haciendo la víctima por haberse llevado la luz roja. Mi hermano Rafael fue a darle los primeros auxilios y empecé a hacer bromas de borracho: “hazle un boca a boca”, etc. La chica, que se había impresionado vivamente con el choque, se enojó y no me pescó más. ¿Cómo se llamaba? Carolina, nunca más la vi. Tenía un tatuaje.