Andaba por Barrio Yungay (uno de los barrios antiguos de Stgo), en plena calle. Por la hora (3:30 am) la avenida estaba desierta. Partió como un temblor, que rápidamente aumentó de magnitud. Escuché en estéreo el ruido subterráneo; las paredes ondeaban como si fueran trapos al viento. Por momentos era difícil mantenerse de pie. Una nube de polvo comenzó a ascender lentamente por la caída de los escombros. Le daba un aspecto fantasmagórico a la escena.
Mientras volvía a mi depto vi los vecinos saliendo a acampar en la calle. Varias casas habían sufrido daño; por todos lados se escuchaban las sirenas. Tuve entonces esa sensación de pertenencia universal a la comunidad. El fascismo, el clasismo, el fundamentalismo, son como implantes de silicona en la conciencia humana; antinaturales y artificiales.