La amiga de una amiga dejó de asistir al centro de yoga donde tomaba clases desde hace un año a causa de lo que confiesa, fue la más grande humillación de su vida: se le escapó un gas al hacer una torsión. Lo que más le martirizó, cuenta mi amiga, fue que nadie dijera nada, en circunstancias de que es imposible que no lo hayan escuchado.
Esto va para ella y para quienes hayan padecido esta situación: según me contó una instructora argentina que ha estado varias veces en la India, tanto Iyengar como sus hijos se tiran pedos sin ningún problema durante los ejercicios. Entonces no se martiricen por estos percances. Tampoco abusen de esta información.