sábado, mayo 19, 2007

403. fragmento de título de ingeniero

Ya, eliminé la imagen de la entrada anterior. Me puso paranoico un comentario del foro donde decían que alguien podía usar mi título, supongo que en forma parecida a como se usa un carnet de identidad para cometer fraude. Ahora puse sólo un fragmento.

viernes, mayo 18, 2007

402. título de ingeniero civil mecánico

últimamente pillaron a varios que decían tener títulos de carreras que no terminaron de estudiar, así que decidí publicar los míos. Más rato subo los demás.

lunes, mayo 14, 2007

401. Mi experiencia con las drogas

La vida nos enseña a desconfiar de lo que obtenemos demasiado fácilmente; lo dice José José en esa canción donde le recomienda a un tipo que le quitó la novia: “cuida a tu paloma”. Mis compañeros de gimnasio a su vez suelen repetir que los músculos ganados consumiendo anabólicos se van con la misma rapidez con la que llegan. Algo así decía también un profesor de marxismo en Cuba: “mientras más cuesta hacer una revolución, más cuesta destruirla”.

Hace un tiempo usé ejemplos parecidos para convencer a una niñita de 6 años de que el jugo en polvo es inferior al jugo natural (su principal argumento en mi contra eran los minutos de esfuerzo que requiere la elaboración de este último) y ahora, espero convencerlos a ustedes de que a las alucinaciones y estados de euforia provocados por la ingesta de psicotrópicos se llega demasiado fácilmente como para no tomar resguardo de ellos.

Lamento parecer moralista pero tengo que decirlo: detesto las drogas. Las detesto de forma parecida a como detesto los edificios de Paz Froimovich, las tetas de silicona, las sopas de sobre y los canales de la televisión abierta.

Esto no significa que no haya tenido mi etapa de drogadicto. Tomé algunas cosas a los 17 años, a los 20 era un campeón pruebalotodo, y luego a los 23 sólo conservaba afecto por la marihuana, que dejé al año siguiente. Era un asunto que tenía que ver con el rock.

Tuve acceso en aquella época a la mejor hierba que había en La Habana. La vendía un hombre de unos 40 años a quien apodaban “El Chivo”, en un cité del barrio La Víbora. La primera vez que fui a verlo me confundió con un policía y no quiso atenderme; yo, bastante terco, traje a su sobrino que era un conocido mío, lo que cambió las cosas. Supe más tarde que esa noche casi me apuñala. Tal vez por eso me tomó cariño el Chivo, o tal vez se debió a que siempre le compraba por cantidades. Me vendía una selección especial, diferente de la que entregaba a los otros clientes; sacando un paquete desde un falso cajón me decía: “esta es para ti”. Cuando querían fumar, mis amigos preferían darme a mí su dinero. Por desgracia para ellos mi interés en la cannabis duró poco.

Probé todo lo que no fuera inyectable, sustancias como (ignoro qué nombre tendrán en Chile) parkisán, carisoprodol, parkisonil, secobarbital, fenobarbital, té de campanilla (parecido al floripondio, según me han contado), diversos tipos de anfetaminas y varios polvos blancos. Créanme que es más gracioso relatar estas experiencias que vivirlas. Al comienzo eran caras nuevas de la felicidad, las segundas veces no eran tan buenas y en adelante los viajes se hacían desagradables. Por eso dejé los estupefacientes a los 23 - 24 años y con el tiempo le encontré más sentido a estar cuan lúcido me fuera posible.

Al escribir sobre drogas es casi inevitable mencionar a las personas que las promueven como una vía para alcanzar “estados alterados de conciencia”. En esta columna me he propuesto no llamar estúpida a esa gente, tuve que borrar un párrafo por no haber resistido la tentación, pero ya está corregido, así que no diré que son estúpidos ni nada parecido.

Por otro lado, tengo amigas que van a ingerir ayahuasca en ceremonias realizadas en la precordillera; me dicen que es para saldar viejas cuentas consigo mismas. Ojalá no se hagan daño con eso. Sólo les pido mientras tanto que lean otra vez los argumentos del primer párrafo, al menos sirvieron para convencer a esa niñita de que el jugo natural es superior al jugo en polvo.


(Publicado en The Clinic hace 3 semanas)

domingo, mayo 13, 2007

400. Consignas

En 7º básico me eligieron jefe de destacamento en la escuela de música Guillermo Tomás.
Todas las mañanas antes de cada clase me paraba frente al curso y daba la orden: “para decir el lema, 1, 2, 3”; y mis compañeros decían a coro una frase de Fidel: “los hombres mueren, el partido es inmortal”. A continuación el profesor hacía una venia y nos sentábamos.

El partido no es inmortal compañero. Tsss, habrase visto.