viernes, septiembre 07, 2007
469. sabía ud que...
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jueves, septiembre 06, 2007
martes, septiembre 04, 2007
467. El peor momento de Bachelet
Si hacemos caso a la prensa, el gobierno de Bachelet vive hoy su peor momento, aunque todo su gobierno ha parecido una suma de peores momentos, pero no viene al caso hablar de esto.
No era especialmente hábil durante los debates de la campaña por la presidencia, ni lo fue después al encarar a los adolescentes que descubrieron la sensibilidad social bajo el gobierno de Lagos, ni es de esperar que adquiera los rasgos faciales y los modales fríos de los políticos hábiles porque no tuvo que muñequear para ser la candidata oficialista, ni lo pidió tampoco.
El chileno medio entendía estas cosas, los sondeos de intención de voto y más tarde las encuestas de opinión nunca fluctuaron demasiado, pero la gente parece haberse cansado de su encanto personal y hoy Bachelet vive su peor momento.
Nadie discute, sin embargo, que gran parte de su capital político se debe a que vivió momentos mucho peores, al mismo tiempo que el conjunto de la sociedad chilena. Michelle Bachelet no puede ser juzgada según los indicadores con que se evalúa a las figuras políticas. La mayoría de las veces el populacho no se inclina por un programa de gobierno sino por una sonrisa, un corte de pelo, una frase repetida hasta el cansancio. Su caso es más complicado; nadie votó por ella porque supusiera que iba a mejorar el desempleo o algo así, puesto que se sabía que quienquiera que ganara iba a hacer más o menos lo mismo.
Fue elegida porque justo en la época más oscura de la historia de Chile estuvo en Villa Grimaldi, el lugar más oscuro de Chile, poco tiempo después de que su padre fuera torturado hasta la muerte por sus compañeros de armas. Pasadas tres décadas la vimos ocupar cargos ministeriales y encumbrarse a la presidencia de la república, el lugar más respetado, más luminoso, al que se llega por votación ciudadana. Por todo esto vimos su ascenso a la presidencia como un viaje desde la oscuridad hacia la luz y al asistir al proceso viajamos con ella.
Fue elegida asimismo por su condición de mujer separada, con hijos de diferentes matrimonios, atea, trabajadora, y ex novia de un frentista. Nada de esto ha cambiado y vale la pena recordarlo.
De alguna manera el apoyo que concita la figura de Bachelet tiene que ver con la percepción que el país tiene de sí mismo. Llegó al poder mientras florecían las bandas de rock y los festivales de teatro, 'Machuca' llenaba las salas de cine, se descubrían las cuentas de Pinochet en el exterior, los gays se daban la mano en la vía pública y Lagos terminaba con la inamovilidad de los comandantes de jefe de las FFAA. Ahora, después de que todo esto dejó de ser novedad, caemos en la cuenta de la falsedad de los mitos de los 90s sobre nuestra economía, recordamos nuestra condición de país mono exportador de materia prima barata, tomamos conciencia de nuestra dependencia del gas argentino, se destapan dos o tres escándalos de corrupción, los barrios patrimoniales son destruidos por las inmobiliarias y meditamos sobre cómo nos va a afectar el cambio climático. El país se odia un poco a sí mismo: Bachelet brilla menos.
Pero no para mí. La sigo viendo como la síntesis humana de nuestra historia reciente y creo que ha sabido imponerse al entorno hostil en que trabaja. A veces, cuando noto que pasa por un nuevo “peor momento”, trato de enviarle energías, de la misma manera en que cuando era niño enviaba mensajes al sol para que no dejara que las nubes arruinaran un paseo a la playa. El Transantiago, la LOCE y los cambios de gabinete, todo eso me importa un bledo. ¿La Concertación? Me importa muy poco la Concertación, si son ladrones u oportunistas lo son tanto como lo sería un gobierno de la izquierda extraparlamentaria. En general todos los grupos humanos reproducen los vicios de la especie humana, pero no viene al caso hablar de esto ahora.
No era especialmente hábil durante los debates de la campaña por la presidencia, ni lo fue después al encarar a los adolescentes que descubrieron la sensibilidad social bajo el gobierno de Lagos, ni es de esperar que adquiera los rasgos faciales y los modales fríos de los políticos hábiles porque no tuvo que muñequear para ser la candidata oficialista, ni lo pidió tampoco.
El chileno medio entendía estas cosas, los sondeos de intención de voto y más tarde las encuestas de opinión nunca fluctuaron demasiado, pero la gente parece haberse cansado de su encanto personal y hoy Bachelet vive su peor momento.
Nadie discute, sin embargo, que gran parte de su capital político se debe a que vivió momentos mucho peores, al mismo tiempo que el conjunto de la sociedad chilena. Michelle Bachelet no puede ser juzgada según los indicadores con que se evalúa a las figuras políticas. La mayoría de las veces el populacho no se inclina por un programa de gobierno sino por una sonrisa, un corte de pelo, una frase repetida hasta el cansancio. Su caso es más complicado; nadie votó por ella porque supusiera que iba a mejorar el desempleo o algo así, puesto que se sabía que quienquiera que ganara iba a hacer más o menos lo mismo.
Fue elegida porque justo en la época más oscura de la historia de Chile estuvo en Villa Grimaldi, el lugar más oscuro de Chile, poco tiempo después de que su padre fuera torturado hasta la muerte por sus compañeros de armas. Pasadas tres décadas la vimos ocupar cargos ministeriales y encumbrarse a la presidencia de la república, el lugar más respetado, más luminoso, al que se llega por votación ciudadana. Por todo esto vimos su ascenso a la presidencia como un viaje desde la oscuridad hacia la luz y al asistir al proceso viajamos con ella.
Fue elegida asimismo por su condición de mujer separada, con hijos de diferentes matrimonios, atea, trabajadora, y ex novia de un frentista. Nada de esto ha cambiado y vale la pena recordarlo.
De alguna manera el apoyo que concita la figura de Bachelet tiene que ver con la percepción que el país tiene de sí mismo. Llegó al poder mientras florecían las bandas de rock y los festivales de teatro, 'Machuca' llenaba las salas de cine, se descubrían las cuentas de Pinochet en el exterior, los gays se daban la mano en la vía pública y Lagos terminaba con la inamovilidad de los comandantes de jefe de las FFAA. Ahora, después de que todo esto dejó de ser novedad, caemos en la cuenta de la falsedad de los mitos de los 90s sobre nuestra economía, recordamos nuestra condición de país mono exportador de materia prima barata, tomamos conciencia de nuestra dependencia del gas argentino, se destapan dos o tres escándalos de corrupción, los barrios patrimoniales son destruidos por las inmobiliarias y meditamos sobre cómo nos va a afectar el cambio climático. El país se odia un poco a sí mismo: Bachelet brilla menos.
Pero no para mí. La sigo viendo como la síntesis humana de nuestra historia reciente y creo que ha sabido imponerse al entorno hostil en que trabaja. A veces, cuando noto que pasa por un nuevo “peor momento”, trato de enviarle energías, de la misma manera en que cuando era niño enviaba mensajes al sol para que no dejara que las nubes arruinaran un paseo a la playa. El Transantiago, la LOCE y los cambios de gabinete, todo eso me importa un bledo. ¿La Concertación? Me importa muy poco la Concertación, si son ladrones u oportunistas lo son tanto como lo sería un gobierno de la izquierda extraparlamentaria. En general todos los grupos humanos reproducen los vicios de la especie humana, pero no viene al caso hablar de esto ahora.
domingo, septiembre 02, 2007
466. Los Muebles en marionetas
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