La saga:
sábado, noviembre 15, 2008
731. muerte de mi celular
Teniendo en cuenta que las tres cuartas partes de la superficie terrestre están cubiertas de mar, y que esta fracción tenderá a aumentar en el mediano plazo, los celulares deberían ser, por lo menos, un poquito más resistentes al agua. El mío acaba de morir ahogado en la lavadora.
miércoles, noviembre 12, 2008
730. Muerte del cepillo de dientes a manos del tiranosaurus rex
martes, noviembre 11, 2008
domingo, noviembre 09, 2008
728. qué será de mí ahora
Como si no bastara con la economía, el mundo del arte también se ha declarado en crisis, o al menos así lo indica el renombrado curador Ivo Mesquita. Cuando lo supe me dije: “¡Dios mío, qué será de mí ahora!”. Las razones no me quedan claras: al parecer, el exceso de bienales y galerías habría provocado un aumento artificial de la cantidad de arte en circulación. Para usar una expresión con la que estamos más familiarizados por estos días, se habría producido una “burbuja especulativa”.
Mesquita ha ido al rescate del arte moderno y, como primera medida, ha excluido la pintura y los murales de la Bienal de Sao Paulo, de cuya selección es responsable. El lugar de los cuadros es ocupado en este momento por otros subgéneros artísticos, como las instalaciones conceptuales y las performances. No contento con lo anterior, el curador dejó vacío el segundo piso del edificio de la bienal, para invitar a la reflexión.
Menos mal que avisaron de la existencia de una burbuja especulativa artística; yo solo jamás me habría dado cuenta. Traté de entenderla el otro día mientras miraba la portada de un libro de Botero a través de una vitrina. El escaso valor que tiene para mí la mayor parte de su obra bien podría considerarse un síntoma, pensé.
Si enumeráramos las curiosidades que ha producido el arte como señal de crisis, desde que Duchamp expusiera su famoso inodoro, necesitaríamos más que una página de diario. Sólo me gustaría que los artistas no agudizaran la tal crisis poniendo en riesgo su salud. Hubo uno que cocinó usando su grasa corporal y en Francia una mujer jugaba a deformarse la cara con cirugías.
Otras obras son más amables con el cuerpo. Según me contaron, una vez vino una artista paraguaya a una bienal en Chile y se paseaba en bikini con una cámara. Yo no asistí pero algunos artistas conceptuales me dijeron que estaba muy correctamente diseñada (la artista); ellos, desde luego, usaron una expresión más coloquial. Ojalá nadie se enoje conmigo, pero las obras que me gustan más son precisamente las de mujeres que se empelotan. Recuerdo a esa muchacha que se duchaba en una casa transparente y también a esa liceana que se paseaba desnuda en el metro o en unos centros comerciales: me parecieron bien, aunque por desgracia no tuve la oportunidad de apreciarlas en profundidad.
El panorama que antiguos clásicos como Aristóteles u Horacio describían al referirse a la situación de su tiempo era muy similar al nuestro. Se me ocurre por tanto que la actual cantidad de chantas por metro cuadrado de galería de arte no difiere de la que hubo en otras épocas, con lo que pienso que Mesquita es un exagerado.
En lo que a mí respecta, prefiero decorar mi pieza con un buen afiche de Metallica a hacerlo con la foto de una mujer desfigurada o con una foca metida en un estanque de formol. Aunque más allá de lo que me guste o disguste, lo relevante es que cada cual haga lo que le plazca.
Mesquita ha ido al rescate del arte moderno y, como primera medida, ha excluido la pintura y los murales de la Bienal de Sao Paulo, de cuya selección es responsable. El lugar de los cuadros es ocupado en este momento por otros subgéneros artísticos, como las instalaciones conceptuales y las performances. No contento con lo anterior, el curador dejó vacío el segundo piso del edificio de la bienal, para invitar a la reflexión.
Menos mal que avisaron de la existencia de una burbuja especulativa artística; yo solo jamás me habría dado cuenta. Traté de entenderla el otro día mientras miraba la portada de un libro de Botero a través de una vitrina. El escaso valor que tiene para mí la mayor parte de su obra bien podría considerarse un síntoma, pensé.
Si enumeráramos las curiosidades que ha producido el arte como señal de crisis, desde que Duchamp expusiera su famoso inodoro, necesitaríamos más que una página de diario. Sólo me gustaría que los artistas no agudizaran la tal crisis poniendo en riesgo su salud. Hubo uno que cocinó usando su grasa corporal y en Francia una mujer jugaba a deformarse la cara con cirugías.
Otras obras son más amables con el cuerpo. Según me contaron, una vez vino una artista paraguaya a una bienal en Chile y se paseaba en bikini con una cámara. Yo no asistí pero algunos artistas conceptuales me dijeron que estaba muy correctamente diseñada (la artista); ellos, desde luego, usaron una expresión más coloquial. Ojalá nadie se enoje conmigo, pero las obras que me gustan más son precisamente las de mujeres que se empelotan. Recuerdo a esa muchacha que se duchaba en una casa transparente y también a esa liceana que se paseaba desnuda en el metro o en unos centros comerciales: me parecieron bien, aunque por desgracia no tuve la oportunidad de apreciarlas en profundidad.
El panorama que antiguos clásicos como Aristóteles u Horacio describían al referirse a la situación de su tiempo era muy similar al nuestro. Se me ocurre por tanto que la actual cantidad de chantas por metro cuadrado de galería de arte no difiere de la que hubo en otras épocas, con lo que pienso que Mesquita es un exagerado.
En lo que a mí respecta, prefiero decorar mi pieza con un buen afiche de Metallica a hacerlo con la foto de una mujer desfigurada o con una foca metida en un estanque de formol. Aunque más allá de lo que me guste o disguste, lo relevante es que cada cual haga lo que le plazca.
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