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Los suegros de Vladimir lo consideraban un vago, un buscavidas, un inútil, etc, etc, etc, y tenían toda la razón. Para lavar su imagen el Vladi se lo pasaba hablándoles de mí. Mal que mal, era el único amigo que tenía en la universidad.
Un día me pidió que lo acompañara a verlos. Fuimos, pero hicimos una escala no recuerdo dónde. Cuando llegamos yo estaba borracho. Hice lo posible por mantener una conducta respetuosa, y creo que lo había conseguido, hasta que me quedé dormido en el sillón en medio de una interesante conversación con el suegro. Todos se dieron cuenta porque empecé a roncar, y para más remate, estaba durmiendo con la cabeza echada hacia atrás, y con la boca abierta. “Es que él estudia mucho”, les dijo el Vladi. Nunca más pasé por una buena influencia.
El de la foto es él; es el mismo de la historia del orgasmo. Como algunas amigas lo encontraron atractivo, la puse para que vieran cómo luce hoy día.