viernes, septiembre 22, 2006

277. última de Carmen (continuación de la anterior)

Como tirábamos en la misma pieza, todos escuchábamos y veíamos todo. Teníamos diálogos inter parejas, pero sólo eso. Al final íbamos a dejar a Carmen y la otra chica a sus casas o a un taxi, y más adelante me enteraba por Carmen, más por iniciativa suya que por la mía, sobre la impresión que el otro tipo (amigo o conocido mío) había causado. Muchas veces salíamos fuera de mi barrio y teníamos sexo en la playa o en las canchas de tenis de Marazul, cerca de la costa este de La Habana.

Conocí la rutina amorosa de algunas de las amigas de Carmen. Usaban las mismas frases siempre, sin variantes, y no les importaba que las escuchara. Comenzaban por ejemplo con: “papi sigue así”, y terminaban afirmando que era el mejor encuentro sexual de su vida. En ocasiones, cuando íbamos a la playa y le perdía el rastro a la otra pareja, al acercarme ya sabía en qué fase iban, sólo por escuchar a la mina. Los tipos reaccionaban con clichés: “es que yo soy especial, nena”, o cosas por el estilo. Yo trataba de explicarles que la chica había dicho lo mismo a 2 tipos más, pero era como si les hablara en otro idioma, no entendían.

Las chicas lo hacían por misericordia o por hacerle pasar un buen rato a su pareja. Claro, había excepciones. También eran capaces de humillar terriblemente a su hombre de turno. Carmen no, ella era un amor, al menos conmigo. Pero empecé a sospechar de cada uno de sus gestos conforme veía cómo actuaban sus amigas. Finalmente nos dejamos de llamar. De todas maneras ninguno de los dos vio más que un pasatiempo en el otro.

La vi dos años después cuando me recibí de ingeniero. Había engordado pero seguía encantadora. Tiramos, conversamos, fuimos a una fiesta de la que se marchó sin despedirse, enojada por algo que debo haber dicho, supongo, no me acuerdo, me emborraché y mis amigos me afeitaron las cejas. Pocas veces me he enfurecido tanto como cuando me miré en el espejo esa noche.

Estoy seguro de que Carmen fue más importante para mí de lo que fui yo para ella. Me dejó en herencia una infinita desconfianza hacia el género femenino. Nunca más creí lo que me decían en la cama (calma compañeros, hay matices). Años más tarde, en un taller al que llegué azarosamente en 1994, le escuché hablar a la Pía Barros sobre la manipulación femenina. Toda la razón, Pía.

martes, septiembre 19, 2006

276. Mi relación con Carmen

Mi relación con Carmen duró lo que ella quiso que durara, esto es, unos tres o cuatro meses.

Siempre venía a verme acompañada de otra chica. Entonces pasábamos a buscar a algún amigo mío y nos íbamos a un bar donde tomábamos hasta una hora prudente; regresábamos a mi casa y teníamos sexo cada pareja por separado pero todos en mi pieza. Había un colchón en el closet para la visita. Yo no usaba colchón porque duermo en tabla, Carmen lo encontró raro pero nunca se quejó por eso.

Las amigas de Carmen iban directo a la cama con cualquiera de mis amigos, por eso éstos me veneraban. Eso puede resultar machista pero en Cuba no se discute si es correcto o no el machismo, es lo normal, no existe otra cosa. Cuando estuve allá en febrero pasado, usé la palabra misoginia y mis amigos no sabían qué quería decir. Me pongo el parche antes de la herida porque en este blog me han acusado varias veces de machista. Encuentro que está un poco de moda llamar machistas a los hombres heterosexuales. Muchas expresiones de uso cotidiano se volvieron misóginas de un momento a otro; tomemos como ejemplo
el verso de Píndaro: "sueño de una sombra, el hombre". Aparece así o con variantes, en todos los libros de poesía; yo he tenido cuidado de citarlo siempre como "sueño de una sombra, el ser humano". Etc. En fin, sigo la historia en el próx posteo.

La saga:
  1. Carmen
  2. Era la novia de uno de los tipos más malos del barrio.
  3. cubana diabólica