Cuando estuve en el cumpleaños de Parra en Las Cruces, mi amiga le preguntó por un poema de Yevtuchenko que forma parte de una antología de poesía rusa contemporánea traducida por él en 1971. Reproduzco la respuesta según recuerdo:
El gobierno de los soviets era muy estricto con la duración de las visitas oficiales; Neruda, por ejemplo, nunca estuvo más de cinco días allí. Pero Parra estuvo mucho más que eso.
Había sido invitado por Margarita, poderosa viuda del presidente de la sociedad de escritores soviéticos. Así, amparado en la influencia de su anfitriona, Parra logró permanecer 6 meses en la URSS.
Una de sus motivaciones era conocer a Bella Ajmadulina, una de las principales voces de la poesía soviética de entonces y de la poesía rusa actual, además célebre por su belleza. “¡Biella!” Dice hoy, abriendo los ojos y pronunciando la L a la usanza rusa (se pronuncia Biela en español). Pero nadie quiso darle pistas de Bie-l-l-l-l-a”, hasta que una vez Margarita le dijo: “Nicanor, esta noche vas a conocerla”. Sus expectativas fueron largamente cumplidas.
Bella Ajmadulina había sido esposa de Yevtuchenko; Viendo cuánta armonía había en sus formas, Parra preguntó extrañado a Yevtuchenko qué lo había hecho separarse de ella. Yevtuchenko no supo explicarse. BeLLa estaba casada ahora con otro poeta.
Pasó el tiempo, hubo otros encuentros ocasionales entre Parra y la poetisa. Un día, después de haber charlado toda la tarde con un grupo de poetas rusos, fueron a parar todos al depto de Yevtuchenko. BeLLa había sido la promotora de la idea, cosa que extrañaba a Parra. A fin de cuentas, estaba armando una fiesta en la casa de su ex esposo sin invitar a su esposo actual. “¿Entiendes ahora por qué me separé de ella?” le dijo Yevtuchenko. Pero Nicanor ya no estaba interesado en las separaciones pasadas sino en las futuras uniones de Ajmadulina. Bailó abrazado a ella la mitad de la noche.
Una llamada telefónica interrumpió su performance como a las 2 de la madrugada. Wao: el esposo de BeLLa prometía una cirugía plástica al poeta chileno. O mejor dicho, un trasplante de órganos.
Parra abrió los ojos. Mal negocio habría sido morir en Rusia. Tomó a Bella Ajmadulina del brazo y la llevó de vuelta a su casa, donde la entregó personalmente al celoso. La verdad, con la edad que tengo, yo tampoco habría entablado querella por Ajmadulina. No rehuyo los problemas pero tampoco los busco, y Dios sabe que conozco a ese tipo de mujeres. Nunca saben lo que quieren, cambian de opinión de un momento a otro y después de la refriega vuelven con el marido. Hijas de puta. ¿Qué dicen uds., camaradas lectores?
Cuando supo que Parra estaba por volver a Chile, Bella lo citó para despedirse. Le tenía un regalo pero debería responder una pregunta antes de recibirlo. El regalo era un ícono religioso ruso del siglo XVII. Violando sus propias condiciones, se lo entregó antes de decir su pregunta: “¿Todos los poetas chilenos son tan maricones como usted?” Luego se alejó corriendo.
No somos todos así Bella, pero necesitábamos a Parra íntegro y saludable para poder celebrar su cumpleaños escuchando esta historia 30 años después. Espero por tu bien que la edad te haya tranquilizado.
Un par de años más tarde era Yevtuchenko el que visitaba Chile. Al entrar en la casa de Parra fijó su vista en un ícono ruso antiguo que reconoció al instante como suyo. Su anfitrión ofreció devolvérselo en el acto, pero Yevgueni respondió: “no, quédatelo, a condición de que me traduzcas al español”.
Y así fue como Parra decidió traducir poesía rusa, que después reunió en un libro editado en 1971, sobre el que le preguntó mi amiga en una cena de cumpleaños en su casa de Las Cruces.
3 comentarios:
y yo soy el primero en un post del malayo, ja!
Parra, más historias que las de Parra, necesitamos escribir nuestra leyenda con más calle que oficina. A la calle todos!
Me gusta como escribes y me hacen mucho sentido las cosas que dices
slds
viva tu amiga
que le pregunte algo mas a Parra
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