Compañeros y amigas:
Es mucho lo que cualquiera de nosotros puede decir sobre Stella. Yo me limitaré a recordar una noche de ¿1997? en que participamos juntos en una lectura poética en la Universidad de Santiago. Si no recuerdo mal, leíamos: Barcaza, Gómez, ella y yo, pero a decir verdad no recuerdo bien, por lo que me limitaré a decir que estaba Barcaza ahí presente y también, si no recuerdo mal, Piero Montebruno, y casi podría jurar que Leonardo Sanhueza.
Después de la lectura hicimos un recorrido de rigor por algunos bares del entorno, y (no sé cómo diantres) fuimos a dar a una fiesta de los estudiantes de 4° año de psicología, en el casino de la facultad.
Una banda que cultivaba alguna de las variantes de rock pesado tan caras a los universitarios, animaba la celebración. Barcaza y yo nos subimos al escenario, les pedimos prestados los instrumentos, nos presentamos como Los Muebles ante la audiencia, y tocamos dos temas: “Un beso y una flor” de Nino Bravo, y “Dime que sí” de Los Muebles. Y este último se lo dedicamos a Stella, que aplaudía confundida entre el público.
11 comentarios:
Qué bueno recordar a Stella aplaudiendo. Gran espíritu joven el suyo. No la conocí mucho pero me caía muy bien.
Stella Díaz no se parece a nadie, me dijo alguien hoy día. Gran personaje Stella, de libro.
Hermano, no es verdad!! debe ser una mala broma de la Sech. Vamos a buscarla!!, llevémosla al Clan y hablemos de cosas interminables...
Buena anécdota malayo!El target de "Los muebles" está asentandosé también entre los poetas de la generación "Escribe & vive"...Pega.
Mi suegra, en el año 2000, tenía un citroen visa del año 80, naranja furioso. Se lo había comprado al poeta Gustavo Barrera en buen estado, pero por los años, había adquirido mañas muy raras. Por ejemplo, no encendía sin la pinza para las cejas de la Lila. Había que abrir el capot y seguir las instrucciones que aprendí de un tipo en el Persa del Bío Bío, una vez que me sacó de una pana. Se presentó de esta manera: yo robaba estos autos, te ayudo?. Abrió el capot, pidió una pinza y la usó de puente. No sé nada de mecánica así que no hice preguntas, pero como desde ese día llevé una pinza en el bolsillo, me convertí en el único chofer del visa. Era algo incómodo hacerlo andar de noche y peor cuando llovía.
Por ejemplo, eso pasó una noche de invierno del 2000 cuando caían baldazos de agua y barro. En manuel Montt con Sucre hice andar el auto y me empapé. No se si después manejamos por Salvador o si veníamos por el Río Irarrázaval cuando en la esquina nos topamos con Stella. No sé como la reconoció Lila. El pelo cano lo tenía aplastado en su frente y pasaba por debajo de los anteojos. Había sido mojada por la lluvia y un par de micros. Cuando abrimos la ventana para invitarla a subir, su primer impulso fue insultarnos. Quizás no, con el ruido del agua y la oscuridad ya no estoy seguro, pero si sé que su vozarrón nos confirmó que era ella. Se subió al auto, dobló el cuerpo para sentarse en el pequeño asiento de atrás y estilaba por cada pliegue de su ropa. Como nos detuvimos para recogerla el motor se paró. La proa del auto estaba casi sumergida en los rápidos de Irarrázaval, así que a la oscuridad y la lluvia en la cara, se sumaba la corriente que llegaba a las rodillas (quienes conocen mi estatura saben que eso no es tan profundo). Demoré poco y quedé tan empapado como Stella. El viaje fue corto, ella vivía en Grecia. Nos habló todo el camino de Piero Montebruno, pero esa es otra historia.
Mi suegra, en el año 2000, tenía un citroen visa del año 80, naranja furioso. Se lo había comprado al poeta Gustavo Barrera en buen estado, pero por los años, había adquirido mañas muy raras. Por ejemplo, no encendía sin la pinza para las cejas de la Lila. Había que abrir el capot y seguir las instrucciones que aprendí de un tipo en el Persa del Bío Bío, una vez que me sacó de una pana. Se presentó de esta manera: yo robaba estos autos, te ayudo?. Abrió el capot, pidió una pinza y la usó de puente. No sé nada de mecánica así que no hice preguntas, pero como desde ese día llevé una pinza en el bolsillo, me convertí en el único chofer del visa. Era algo incómodo hacerlo andar de noche y peor cuando llovía.
Por ejemplo, eso pasó una noche de invierno del 2000 cuando caían baldazos de agua y barro. En manuel Montt con Sucre hice andar el auto y me empapé. No se si después manejamos por Salvador o si veníamos por el Río Irarrázaval cuando en la esquina nos topamos con Stella. No sé como la reconoció Lila. El pelo cano lo tenía aplastado en su frente y pasaba por debajo de los anteojos. Había sido mojada por la lluvia y un par de micros. Cuando abrimos la ventana para invitarla a subir, su primer impulso fue insultarnos. Quizás no, con el ruido del agua y la oscuridad ya no estoy seguro, pero si sé que su vozarrón nos confirmó que era ella. Se subió al auto, dobló el cuerpo para sentarse en el pequeño asiento de atrás y estilaba por cada pliegue de su ropa. Como nos detuvimos para recogerla el motor se paró. La proa del auto estaba casi sumergida en los rápidos de Irarrázaval, así que a la oscuridad y la lluvia en la cara, se sumaba la corriente que llegaba a las rodillas (quienes conocen mi estatura saben que eso no es tan profundo). Demoré poco y quedé tan empapado como Stella. El viaje fue corto, ella vivía en Grecia. Nos habló todo el camino de Piero Montebruno, pero esa es otra historia.
Para los diarios de Chile Stella no ha muerto; nadie ha puesto nada; o al menos yo no lo he encontrado. Una vergûenza no?
La Tercera publicó un artículo que después fue citado, casi leìdo por varias radioemisoras sin citar la fuente.
Oye, ¡salió en todos los diarios!
Obituario del Sábado 17 de Junio, El Mercurio, cuerpo A.
Qué gustazo el del Stella.
Publicar un comentario