lunes, julio 31, 2006

248. Otro sobre los efectos de la música

De tanto escuchar a Messiaen se me olvida a veces que soy un ser humano. Con la radio a todo volumen, yendo de un lado a otro de mi departamento, pierdo la conciencia del “ser” shakespeariano. Es agradable. De pronto al pasar junto a las ventanas veo mi imagen reflejada y me maravillo al constatar que soy una persona tan real como aquellas con las que me esfuerzo en demostrar cortesía cuando me las tropiezo a diario en la calle. Eso también es agradable.

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8 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué sensibilidad. Me llegaron a doler las hemorroides.

Malayo dijo...

ja, es un placer tenerte de regreso hermano, igual se te echa de menos. Cúidate esas hemorroides.

Anónimo dijo...

yo te encuentro genial....simplemente

Anónimo dijo...

Pienso
por Diego Bentivegna

Algunas desprolijas reflexiones a partir del artículo de Forster:
1. Creo que es hora de dejar de invocar el exterminio para legitimar o desligitimar las políticas manifiestamente asesinas (basta ver lo que acaba de suceder hoy en Qana) de un Estado como Israel. Las víctimas del exteminio (judíos o no) ya han sufrido bastante como para que se los siga usando de una manera que no dudo en llamar pornográfica para dar cuenta de actos criminales que deberán ser juzgados con las armas del derecho internacional.
2. No creo que ser judío o no dé mayor derecho para opinar acerca de las política asesinas que está poniendo en juego el ejército israelí. Soy de origen católico, y los lugares de la Tierra Santa son tan míos como de un judío oriundo, pongamos, de Varsovia o de Marruecos.
Mis mayores son italianos. Sicilianos y napolitanos, es decir árabes, griegos, judíos, españoles, fenicios (y paro para no aburrir). No por ello me siento más dueño que un español o un checo de, qué sé yo, los templos giregos de Agrigento, el acueducto romano de Segovia o de Venecia. Concedo que la historia nos atraviesa, pero no tanto como para explicar a partir de un discutible origen religioso o étnico (¿de qué estamos hablando?) la pertenecia o no de un territorio.
Si el Estado e Israel se construye desde una pertenecia religiosa, entonces discutamos esa relación. Un Estado, estoy seguro, no es algo sagrado. Es una configuración histórica-política, que puede existir o no. No discutamos de politica con los mismos términos en que discutimos cuestiones religiosas. El Estado es una entidad política, no algo sacrosanto. No es tampoco una emanación de una etnia, sino una configuración histórico-politica como tantas. Un constructo. Cuestionar al Estado de Israel no tiene nada, absolutamente nada, de antisemita. En esto estoy con Vargas Llosa: impugnar las críticas a Israel como antisemitas es sencillamente un acto de chantaje, un modo de embarrar la cancha para no discutir el significado de las víctimas de las bombas fabricadas y arrojadas por un Estado contra población civil. Además, muchas veces los que apoyan incondicionalmente al Estado de Israel, al revés, ponen en marcha mecanismos antisemitas. Ya lo sabia Fassbinder, como recordaba leyendo una presentación tuya: quizá el peor antisemitisimo sea el de los filosemitas.
3. Me parece obsceno también invocar los sueños de los fundadores de un Estado para explicar los crímenes de guerra actuales. Todos tenemos lindos sueños. Eso no nos hace ni mejores ni peores. Como los de la razón, los sueños de los idealistas muchas veces engendran monstruos. Y para muchos palestinos, arrojados de sus tierras por la proyección al Medio Oriente de un sueño europeo que, como todo, puede ser discutido sin caer en la herejía, representó sí el comienzo de una monstruosa odisea. Más que soñar cosas grandes y perfectas, que tan a menudo derivan en crímenes colectivos, creo que hay que aprender a ver al otro. No soñar tanto: ver. Entender. Ser-con.
4. Decir que se debería condernar tanto a Israel y como a Hezbollah es análogo a decir que los que condenan, por ejemplo, Auschwitz deberían condenar también, por ejemplo, la destrucción de la ciudad de Dresde por la aviación aliada. O decir que antes de Auschwitz existió el exterminio armenio. Una cosa no quita ni agrega nada al a otra. El asesinato masivo cometido en Auschwitrz no es menor porque exista el asesinato masivo cometido en Dresde, ni el asesinato de los armenios es menor poque luego existiera Auchwitz. Dresde, a su vez, no es menor porque exista Auschwitz. Son lugares donde la humanidad tocó fondo, dejó por un momento de ser sí misma. Lo que sucede, quizá, es que Auschwitz, como dice Levi, nunca ha dejado del todo de suceder. O nunca ha dejado de repetirse como paradigma político de lo moderno (por supuesto, Agamben).
5. También es análogo al discurso, tan común en la Argentina, de que los crímenes del Estado de la dictadura deben condenarse del mismo modo que los de las organizaciones armadas. Es cierto que ambos deben condenarse. Pero no del mismo modo.
6. Mi padre es un gran narrador oral. Uno de sus relatos recurrentes se refiere a un episodio de la Segunda Guerra Mundial, que él vivió siendo niño en Sicilia. Antes del ingreso de las tropas aliadas a los disitintos centros urbanos de la isla, estos fueron atacados de manera salvaje por la aviación norteamericana e inglesa con el objetivo expreso no tanto de amedrentar a las tropas alemanas (la famosa divisón Goering), sino de aterrorizar a la población civil. La familia de papá, pequeños campesinos que podían disponer de una propiedad muy humilde en el campo, se refugiaron durante semanas en su granja, desde donde veían, como si se tratara de uno de las enormes fiestas de fuegos de artificio que tenían lugar dos veces al año, para Pascua y para la fiesta de San SIlvestre, patrono de la ciudad) cómo los bombardeos destruían la ciudad que había sido honrada por Rugiero I, conde de Normandía, como capital de la isla (de ahí el nombre con la que se la conoce: Troina, la normanna). Los efectos de estos bombardeos sobre Troina han sido fotografiados por Cappa, que seguía, como se sabe, a las tropas aliadas en el desembarco en Sicilia. Quizá recuerdes la foto esa tan famosa que muestra un padre con su hija en brazos, interpelando con una mirada que ni siquiera es de odio, sino más bien de piedad, a la cámara: es una foto sacada en Troina; lo digo porque la primera imagen que vi de la masacre de Qana es la de un padre con su hija, desmayada o quizá horriblemente muerta, en brazos). La familia de la tía de papá no hizo a tiempo a salir de la ciudad: las caravanas de civiles eran ametralladas. Decidió entonces refugiare, con su esposo y sus ocho hijos, en el sótano de su casa citadina.
Un primer raid de bombas aliadas derrumbó la casa, pero ellos no murieron. Cuando los aviones desparecieron en el horizonte, los vecinos escucharon que la tía de papá y su marido imploraban auxilio. Comenzaron a romever los escombros. La familia gritaba desesperada para que la salvaran, porque sentían que el aire para respirar se les acababa.
No se había podido remover demasiado, cuando los motores de los aviones aliados comenzaron a escucharse de nuevo. La gente huyó aterrorizada. Cuando volvieron, ya no había nada que hacer. Los aviones tiraron más bombas sobre la casa, y todos habían muerto. Ironías: unos días más tarde, cuando rescataron los cadáveres de la familia, encontraron junto a elllos a un cerdo que había sobrevivido.
"Al día siguiente -cuenta siempre papá con ese tono un poco distanciado que siempre le he escuchado, y esbozando una extraña sonrisa- escuhamos un gemido de dos mujeres (ese gemido terrible, agrego yo, con el que las mujeres del Sur de Italia honran a sus muertos). "Escuchamos el gemido -continúa papá, y ahora se pone más serio- cada vez más cerca de nuestra granja. Era como si ese sonido insoportable y persitente nos buscara a nosotros, y tan sólo a nosotros. Entonces, aún antes de que mi abuela y la única hija de la familia que quedó con vida -estaba casada y vivía en otro lado- aparecieran por el sendero, nos dimos cuenta de qué es lo que habíamos visto, sin saberlo, la tarde anterior, cuando los aviones arrojaban sus bombas sobre una ciudad indefensa donde ni siquiera había refugios suficientes para todos los habitantes o cañones antiaáreos capaces de alcanzarlos: que la tía y todos sus hijos habían muerto".
Los responsables de los crimenes cometidos por la aviación aliada sobre la población civil de distintos lugares de Europa y de Asia jamás han sido juzgados. ¿Sucederá lo mismo con los que ejecutaron hoy la masacre de Qana?

Anónimo dijo...

Por Ricardo Forster *
Toda guerra es miserable y dolorosa; nada justifica la muerte de civiles, la destrucción de ciudades, el horror del bombardeo permanente. Matar en nombre de cualquier fe, religiosa o secular, es, siempre, un crimen. El ejército israelí mata, Hezbolá mata, Hamas mata, Siria mata, Irán mata, Estados Unidos mata... y la lista es mucho más larga, casi inacabable, y atraviesa la geografía entera del planeta. La guerra, en sus múltiples versiones y justificaciones, nos deja desamparados en tanto que seres humanos, nos comunica con la crueldad que llevamos muy dentro de nosotros. Israel no es todo el judaísmo ni resume toda la extraordinaria historia judía; Israel es un Estado con sus contradicciones, con sus injusticias e, incluso, perdón ante tanta crítica, con sus logros. Pero ser judío no es ser israelí, más allá de una corriente de afecto y solidaridad que podamos sentir hacia la tierra de nuestros lejanos ancestros, ni todos los judíos se sienten identificados con las políticas del Estado, e incluso están también aquellos que han desplegado críticas directas a la militarización de Israel a lo largo de los años. Pero tampoco es posible reducir brutalmente la historia judía, sus múltiples vicisitudes, su laberíntico camino, al puro y destemplado presente. El pasado nos habita, la memoria sigue escribiendo su texto en nuestros cuerpos, una memoria en la que la brutalidad de la guerra actual no puede ni debe decir la última palabra. Es odioso, parcial, injusto homologar lo que está sucediendo hoy, ahora, en el Líbano, con la condición judía; de la misma manera que también es parcial y mentirosa la reducción del conflicto a la única responsabilidad israelí, como si el mundo árabe fuera una víctima inocente, injustamente atacada por un país agresor que lo único que quiere es oprimir eternamente al pueblo palestino y, de paso, destruir al Líbano. Resulta casi inverosímil leer solicitadas o columnas de opinión de intelectuales progresistas que colocan a Israel en el puro lugar del mal y no dicen una sola palabra de Hezbolá o de las políticas agresivas de Siria e Irán, que se callan ante la muerte de civiles israelíes pero que se desgarran las vestiduras ante la muerte de civiles palestinos o libaneses. Para ellos los muertos no valen lo mismo, los únicos asesinos son los soldados israelíes mientras que del otro lado sólo hay combatientes por la libertad y la paz. Tanta ingenuidad es algo más que inverosímil, es complicidad, es esa eterna justificación maniquea que en nombre de la causa, de la lucha antiimperialista o la que sea, elige qué muertos le son funcionales y dónde poner el acento de la compasión humanitaria. A nosotros nos duelen todos los muertos y nunca dejamos de pronunciarnos contra las políticas que negaban el derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado, del mismo modo que defendemos el derecho de Israel a la existencia sabiendo que ese derecho está siendo permanentemente amenazado por aquellos mismos que hoy se ofrecen, aunque constituyan un ejército armado hasta los dientes, como víctimas y que son reivindicados por nuestros progresistas bienpensantes. ¿O acaso los múltiples fracasos de los planes de paz, desde Camp David a Oslo, fueron responsabilidad exclusiva de los gobiernos israelíes? ¿Y qué decir de lo que Hamas proclama respecto de eliminar a Israel del mapa? ¿Y de las declaraciones del premier iraní que niega la Shoá? Israel está muy lejos de ser una niña bonita y virginal. Le caben, por supuesto, responsabilidades evidentes, pero eso no significa, no puede significar, reducir la tragedia del conflicto en Medio Oriente a la maldad “judía”.

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Anónimo dijo...

amigos, por favor visiten http://www.elizabethneira.blogspot.com/, la mina se empelota, escribe "poemas", hace collages, performea, con un caracho máomeno pero todo media calentona. pa cagarse de la risa

Anónimo dijo...

¿Hay alguna manera de que este blog se convierta en otra cosa?

Anónimo dijo...

todo es posible