sábado, junio 21, 2008

667. Qué brutalidad

Mientras hacía la cola en el cine para ver Hulk, un conocido editor me decía que es difícil hacer una mala película si su argumento se basa en un tipo que al enojarse se pone verde y lo rompe todo. La idea, en efecto, no sólo es graciosa, sino además profunda.

Así como existen géneros cinematográficos dedicados a la exaltación de la tristeza o del miedo, pocas películas, y ninguna como Hulk, logran representar bien la ira en la pantalla. Por eso éste es el único superhéroe cuyo alter ego pasa largos ratos sentado en la milenaria posición del loto, en una permanente lucha por el control de sus emociones, al punto de renunciar al sexo, aunque creo que este último punto fue una chambonada de los guionistas.

En Hulk, la fuerza bruta y descontrolada logra fascinar al espectador porque es expuesta pura y limpiamente, y es la que exhiben, mezclada con otros condimentos, héroes como Gilgamesh, Aquiles y Sigfrido, verdaderos energúmenos que deben su entrada en la literatura a su habilidad para cometer homicidio. Las personas deberían atreverse a reconocer la violencia en su propia naturaleza, y para eso es útil verla representada. Quien no se detiene a observar la brutalidad no puede aspirar a comprender al ser humano; quien reniega de ella es un hipócrita.

La escena más sobrecogedora de Hulk es cuando, tras vencer a su adversario, el protagonista abre los brazos y mira al cielo gritando como un gorila. Sólo ese cuadro, que recordaré siempre, justifica la inversión de tiempo y voluntad que implica ir al cine. A mí me trajo a la memoria un poema escrito en el siglo trece por uno de los sobrevivientes de la cruzada contra los albigenses, donde se describe una situación similar, aunque no vinculada a la victoria, sino a la imposibilidad de comprender el mundo.

Yo me hice rabioso conscientemente durante mi adolescencia y hasta fantaseé con inventar fórmulas para volverme más irascible. Hace algunos años, sin embargo, emprendí el viaje de regreso y ahora lucho, como Bruce Banner, por controlar mi ira. De algún modo soy Hulk, pero, cosa extraña, también me siento un poco Iron Man. Me identifico con el hombre de acero porque no debe su estatus de superhéroe a un accidente, ni a una picadura de insecto, ni a una mutación, sino a su propio esfuerzo por superar un ambiente hostil. Me pasó algo raro con esa otra película, Iron Man : recuerdo que salí del cine con una inexplicable sensación de vigor, a pesar de los bostezos de la amiga que me acompañaba. Luego caí en la cuenta de que la particular forma de volar de Iron Man, con el pecho al frente y los brazos estirados hacia atrás, es el estilo que uso cuando vuelo en sueños. Qué curiosas conexiones crea el inconsciente.



6 comentarios:

Anónimo dijo...

No se trata de "controlar" la ira, sino de comprenderla. La rabia rompe, cierra, separa, mata. La rabia también es tristeza, a veces en lugar de llorar explotamos de rabia. Puede ser que no quieras llorar Malayo. La intensidad de las emociones da cuenta de la intensidad del amor. Si viviste una rabia muy fuerte, pasaste una tristeza grande... y perdiste un gran amor... puede ser que todavía no lo comprendas.

yus dijo...

alguien me comentó una vez q jack nicholson se sometió a una dieta de lacteos para desarrollar la ira del sr. torrence en the shining... nunca lo creí, pero me acorde cuando dijiste q habias inventado estrategias para hacerte mas iracundo... probaste alguna vez con la leche?

Anónimo dijo...

leche para la mala leche

Malayo dijo...

entiendo que la carne te pone más agresivo, a los perros les dan carne para que sean más feroces

Anónimo dijo...

carne cruda, en abundancia

Anónimo dijo...

¿Y qué será bueno para la tozudez? para combatirla, digo. Porque aparte de iracundo, saliste terco como una mula.