domingo, enero 29, 2006

140. Cómo morirán los poetas chilenos III

Antonia Torres: terminará sus días alcohólica dirigiendo un burdel en Valdivia; será conocida como “Antonia Power”.
Juan Cristóbal Romero: de muerte natural. Tres años más tarde unos jóvenes punks jugarán una pichanga con su cráneo en el cementerio, pero lo desecharán rápidamente por no ser lo suficientemente redondo.
Sergio Parra: de una de esas enfermedades que dan por no lavarse bien las manos, pero en su caso no será por no lavarse bien las manos.
Carmen García: por una mezcla de barbitúricos mal combinados. Empleados de la funeraria le harán el amor efusivamente (es una práctica más común de lo que se piensa, lo digo con conocimiento de causa).
Andrés Anwandter: ahorcado con el cable de un secador de pelo en el transcurso de un experimento de poesía sonora. El secador estará casualmente en manos de Bernardita, su mujer.
José Joaquín Prieto: extrañamente el negro Prieto no morirá nunca.
Verónica Jiménez: descuartizada por Pablo Torche (tristemente célebre como el coleccionista de tripas). Un renombrado artista visual dirigirá las labores de reconstrucción de su cuerpo para poder efectuar el sepelio.
Rodrigo Rojas: un accidente aéreo durante un viaje a Huechuraba le impedirá terminar la traducción de poesía chilena al zwagili. Uno de sus molares será descubierto en el collar del secretario del jefe una tribu zairense, tiempo después.

Continuará...

6 comentarios:

Sergio Coddou dijo...

muy buen oráculo el tuyo malayo, pienso que, sobre todo el destino de zambra, ninguna de tus predicciones es descabellada
saludos

Malayo dijo...

Y en tu caso, ¿hay alguna muerte que prefieras a las demás? Espero no hayas pensado que te voy a dejar vivo.

Sergio Coddou dijo...

yo seguiré vivo malayo, pues no tengo "imagen", que es lo que está matando tu oráculo...

Malayo dijo...

En efecto hermano, te librarás por el momento porque esto de matar poetas es un poco agotador. Lo retomaré más adelante y prometo darte una muerte no tan sangrienta.

baudelaire3 dijo...

Malayo, te anticipo, no sin dolor, que Coddou morirá de un cortocircuito, mientras leyendo a Pessoa o Eugenio de Andrade, le explote el iPod que lo acompañara como macabra banda sonora. No sé que será de sus restos, pero es probable que su mujer, dolida, destruya todos sus discos. Es de esperar que no haga lo mismo con sus libros, que gustosos los heredaríamos.

Malayo dijo...

¿Antonia, eres tú? ¡amiga mía! ¡pura ficción, pura ficción!