Las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX se llenaron de profecías y de toda suerte de nigromantes. Circulaban personajes en Europa como madame Blavatski, Aleister Crowley (la bestia 666), Gurdjeff y sus osos danzantes, Marcus Garvey (el profeta rastafari). Los artistas también: Kandinski y sus teorías espirituales, el autor de la sinfonía Prometeo (olvidé su nombre) que hacía proyectar colores durante la ejecución de dicha obra, Fernando Pessoa con su galería de personajes, qué sé yo, etc. Qué confusión. Es comprensible que los poetas chilenos desde entonces y hasta los años 50 adoptaran personajes para relacionarse con la gente. Menos mal que ahora no es necesario, aunque algunos no lo entiendan así.
Pero aunque no sea imprescindible, es entretenido que la gente adopte personajes. Grandes amigos míos lo hacen. ¿Estaré yo adoptando uno? Seguramente, seguramente. Uno tranquilo en todo caso.
1 comentario:
Julio, o Malayo, o como quieras: ¿te cabe alguna duda de que lo tuyo se trata permanentemente de un personaje???? No sé cómo lo harás cuando estás solo. B3
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