lunes, abril 20, 2009

comentario de cine: "La Represa", largometraje de Rodrigo Salinas

Considero un gran honor que mi primera novela haya sido llevada al cine por Rodrigo Salinas. El guión se toma algunas libertades pero, afortunadamente, lleva a buen puerto esta apasionante aventura, donde de manera contundente, el bien triunfa contra el mal. Además las escenas de sexo son muy realistas.

La actuación de Carlos Lechuga merece un elogio aparte. Hay que decir que consigue personificar con inusitado realismo a ese cretino que en la trama se llama casualmente igual que él. 

No puede haber, creo, mayor muestra de devoción profesional, que la de Tomás Vega, al sacrificar su aspecto personal dejándose crecer esa barba que es un verdadero atentado a la higiene. Pero si el gesto lo dice todo, más aún dice la interpretación de su personaje.

Ahora quisiera referirme a la filosofía de la película.

De todas las barbaridades que dejó escapar Pinochet, rescato una, pronunciada, creo, en una visita que hizo a Argentina en los noventas: “el comunismo es una sierpe de siete cabezas, si le cortas una, le quedan seis, si le cortas otra le quedan cinco”. Hacía referencia a la inacabable lucha que debe librar el bien, que él relacionaba con su propia persona, contra el mal, que en su opinión era un vago conjunto de cosas reunidas bajo el término “comunismo”. El ex senador parecía convencido de que, aún cuando el comunismo tuviera muchas cabezas, se podían cortar todas con un poco de paciencia y maldad.

Aquí es donde discrepo, porque el mal no sólo existirá siempre, sino además prevalecerá la mayor cantidad de veces sobre el bien, tal como queda graficado en la historia universal, y en el día a día. Sería incorrecto decir que este orden de cosas esté mal, porque el bien no podría existir de otro modo. El bien es como una delicada orquídea, que necesita de un entorno malvado para florecer plenamente. Y es por eso que debemos preocuparnos de que una película como La Represa, que defiende con eficacia valores tan elevados como el cerro San Cristóbal, se haya rodado en Chile, pues eso parece sugerir que nuestro país podría ubicarse sin que lo hayamos notado, muy cerca de la letrina de Satanás.

Frente a los poderes fácticos del cine chileno, Salinas vendría siendo una especie de Noé, o Lot, que creo que así se llamaba el tipo que fue salvado de la lluvia de cenizas que cayó sobre Sodoma, que se escribe con S de Santiago. Espero con ansias la segunda película de este talentoso director. Estoy escribiendo una nueva novela.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y también con S de azufre