Me he hecho amigo de un taxista llamado Juan Francisco que trabaja para mi oficina. A veces me da recetas para la caída del pelo. Ayer me contó que vivió en los EEUU a comienzos de los años 70. Allá conoció a varios cubanos, entre los que recuerda a Américo Hernández, farmacéutico, que trabaja como notario en Miami.
Américo entendía perfectamente por qué se había producido la revolución en Cuba: “demasiadas diferencias de clase”. Para graficarlo mejor, se ponía a sí mismo como ejemplo, contando que solía pasear por la sierra en compañía de otros “niños bien” (hijos de ricos), matando negros como pasatiempo. Veían uno y le disparaban. “¡Cómo hacían eso!” Le decía Juan Francisco sorprendidísimo. “Te juro que no puedo explicármelo todavía chico pero así era la cosa" (le respondía Américo).
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